“Un pueblo que elige a corruptos, impostores, ladrones y traicioneros no es víctima, es cómplice”, George Orwell.
En los procesos electorales de los comicios de 2023 del 5 de febrero nos vemos ante una dramática irreflexión ciudadana.
Los electores hoy en día no miden las consecuencias, ni el nivel, ni el alcance de su voto. Cada vez nos vemos más enmarcados hacia la frase célebre y popular: “Cada pueblo tiene el gobierno que se merece”, de Joseph de Maistre. Hoy en día la figura del político por vocación se ve distorsionada por el politiquero demagogo, el que ofrece y no cumple, el que regala, el que miente, el que manipula, el que atenta contra la familia.
“Curiosamente los electores no se sienten responsables de los fracasos de los gobiernos que ellos mismos han elegido” como lo menciona Alberto Moravia, justifican hasta la más mínima acción indicando que es lo que se tiene que hacer, aunque no siempre es lo que se debe hacer; otra controversia es que al llegar esta figura al poder, el mismo desvanece todo intento de expresión popular en su contra, la represión incrementa y la libertad de expresión se minimiza.
Una persona, que ha tenido por más de cuatro décadas una vida honesta, con una trayectoria de trabajo, labor social, proyectos ejecutados a favor del medio ambiente, amante de los niños/as y de la naturaleza, emprendedora que durante años brindó su servicio al sector público y de manera privada brinda trabajo y la oportunidad de crecimiento laboral y profesional dentro de su empresa educativa, no figura entre las opciones de un pueblo que le apuesta a una tendencia por la imagen del líder nacional, más aún cuando se ha visto que dentro del mismo partido, cada figura política que ubica lo termina traicionando. Pero allí se enmarca el electorado, en la esperanza, que aunque no se pierde, pero le apuesta a lo mismo de siempre.
Ahora tenemos el derecho y deber cívico de seguir trabajando por una política honesta y de servicio desde las bases, es importante dejar un legado de transparencia a las futuras generaciones, es relevante discutirlo con los jóvenes, aquellos que desconfían de los políticos, pero que son fácilmente manipulables y direccionan su voto sin medir los riesgos.
La construcción de una conciencia del poder, que como pueblo soberano tenemos, no es sencilla. Nosotros como ciudadanos tenemos la obligación de reflexionar el peso de nuestro voto, de investigar la trayectoria de los candidatos, de observar el camino que han recorrido, de criticar su discurso, de ser exigentes. ¿Hasta cuándo nos dejamos llevar por la tendencia?. Lamentablemente esto no cambiará si dentro de nuestro constructo social vemos al político como un dadivoso y nos ubicamos en la posición de mendigantes y pedimos y pedimos cosas que realmente no necesitamos, una camisa, una gorra, uncalendario, un “regalito” por parte del candidato.
Es por ello que el politiquero se aprovecha de esta condición y fusiona su campaña en una especie de navidad anticipada donde él o ella se convierten en un papa Noel regalón, donde la competitividad política se ve desviada por la competitividad económica, el que más ingresos y apoyo económico posee, es el que más dará; sin embargo, esto no siempre brinda la seguridad de poder obtener un cargo. Nos olvidamos del verdadero propósito que tienen los candidatos durante la campaña electoral, el cual es: dar a conocer su plan de trabajo y el cómo va a lograr que sus propuestas se cumplan, evidenciar el manejo que tienen sobre la administración pública, sin olvidar su lado humano, sus principios y valores.
Y si a todo esto le sumamos una problemática sociopolítica como lo es el fraude, que si bien está instaurada en el pensamiento social, no siempre es real, pero se convierte en otro detonante, donde al final del día, el que cuenta los votos es el que tiene la decisión en sus manos, de prevalecer el designio popular o de instaurar la corrupción en el sistemaelectoral.
Autora: Soc. Guadalupe Jiménez