“La mucha paciencia aplaca al príncipe; la lengua afable quiebra los huesos más duros” (Proverbios 25:15).
Una fábula africana trata sobre un explorador blanco que deseaba llegar lo más rápidamente posible al corazón de África. Estaba tan decidido que ofreció una paga extra a los porteadores para que caminaran más aprisa. Estos, ilusionados con recibir algo más de dinero, estuvieron de acuerdo y avanzaron a gran velocidad durante varios días. Sin embargo, una tarde cayeron exhaustos en el suelo y se negaron a seguir adelante. En ese momento, el explorador se acercó a ellos y les dijo:
-¡Pero qué está pasando aquí! ¡No podemos detenernos! ¡Tenemos que llegar a nuestro destino!
Entonces, los hombres respondieron:
-Hemos andado tan deprisa que ya no sabemos ni lo que estamos haciendo. Ahora tenemos que esperar a que nuestras almas nos alcancen.
El mundo actual ha cambiado mucho más en veinte años que en todo un siglo. Antes la vida discurría más lenta. Pero hoy todo parece avanzar rauda, rápida y vertiginosamente. Ahora bien, la velocidad tiene sus ventajas y sus desventajas. Por una parte, es maravilloso poderte conectar de forma instantánea por Internet con tus amigos que están al otro lado del mundo pero, al mismo tiempo, esto genera cierta dosis de ansiedad. ¿Por qué? Porque nos acostumbramos a que todo tiene que hacerse deprisa. Así que, cuando vamos a una zona rural, el ambiente nos resulta desesperante. Estamos perdiendo la serenidad, la facultad de disfrutar de lo que hacemos, saborear lo que comemos y contemplar lo que nos rodea.
A veces parece que los jóvenes tienen prisa por crecer y hacerse adultos. Y ahí los ves, queriendo vivir la vida a toda velocidad, sin pensar en las consecuencias. He visto a cientos de jóvenes caer en frustraciones innecesarias porque sus deseos no se ven inmediatamente satisfechos. “¡Pero si todavía te falta mucho por vivir!”, les he dicho. No obstante, muchos chicos y chicas se precipitan a la hora de buscar pareja, elegir una carrera o profesión o incluso un grupo de amigos.
Había un profesor universitario que decía a sus alumnos: “Mientras no aprendáis lentitud no aprenderéis a pensar”. La paciencia es una de las grandes claves del éxito en la vida. Sí, hay que aprender a esperar y a no precipitarse. Jesús mismo dijo que este es un rasgo de su pueblo: “Aquí se verá la paciencia de los santos, de los que obedecen los mandamientos de Dios y mantienen la fe en Jesús” (Apocalipsis 14:12).
Hoy pide al Señor que te ayude a desarrollar la paciencia y a aprender a escuchar su voz.
DEVOCIÓN MATUTINA PARA JÓVENES 2018
¡RENUÉVATE!
Alejandro Medina Villarreal
Lecturas devocionales para Jóvenes 2018