“El Señor recorre con su mirada toda la tierra, y está listo para ayudar a quienes le son fíeles” (2 Crón. 16:9).
Esta historia sucedió cuando yo tenía ocho años. Mi madre, Omee, había i» fallecido, así que vivía con mi padre. Cuando comencé a ir a la escuela, noté que las madres de los otros niños les traían el desayuno: naranjas y bananas. Luego se sentaban con los niños, los abrazaban y comían con ellos. Pero yo siempre me sentaba sola, mirando a los demás. ¡No era agradable! Me sentía muy desamparada y terriblemente sola; mi corazón sufría. A veces lloraba, recordando a mi propia madre y observando cómo las madres amaban a sus hijos: pero la mía ya no estaba. No tenía una madre que me trajera el desayuno, o ninguna otra cosa. La extrañaba mucho. De hecho, aunque ya pasaron trece años desde que falleció, todavía la extraño.
Cuando tenía nueve años, comencé a ir a la iglesia y a la Escuela Sabática con los demás niños. Las maestras nos animaron a amarnos unos a otros, a hacer el bien a los demás y a compartir lo que teníamos con los demás. También, nos enseñaron que no debemos sentir envidia cuando vemos que otros tienen algo que nosotros no tenemos. Desde ese momento, cambié mi actitud. Aunque todavía veía a los padres de los otros niños trayéndoles cosas a la escuela, ya no me sentía sola. Había aprendido que Jesús era mi amigo. Él hizo que la soledad desapareciera, y me dio libertad y satisfacción.
“Depositen en él toda ansiedad, porque él cuida de ustedes” (1 Ped. 5:7), es una promesa consoladora. Dios nos está diciendo que debemos dejar en sus manos todas nuestras preocupaciones. Jesús nos acepta como sus propios hijos, así que, incluso si estamos en problemas o llenos de tristeza, Dios no nos abandonará. El Señor recorre con su mirada toda la Tierra, y estuvo listo para ayudar a esta niña de Sudán que había perdido a su mamá.
Mis queridas hermanas: Dios está mirando la Tierra hoy y te ve a ti también; él se llevará tu ansiedad, porque se preocupa por ti. Lo sé, porque es lo que me sucedió a mí. Tú también puedes experimentar el amor y el apoyo de Dios en tu vida. Dios ha prometido: “No los voy a dejar huérfanos; volveré a ustedes” (Juan 14:18). Continuemos orando por los niños que enfrentan situaciones difíciles en el mundo hoy.
HANAN JAC0B MANIWA
DEVOCIÓN MATUTINA PARA DAMAS 2018
BENDECIDA
Ardis Dick Stenbakken
Lecturas Devocionales para Mujeres 2018