“No te entusiasmes por hacerte rico; usa tu buen juicio, y desiste de esa idea. ¡Apenas logras poner los ojos en las riquezas, cuando estas ya han desaparecido! ¡Es como si les salieran alas, alas de águila, y desaparecen volando por el cielo!” (Proverbios 23:4, 5).
Lot aprendió a admirar a Abraham, su tío, desde muy joven. Lo veía organizar sus rebaños, administrar el dinero y dirigir a sus empleados. Las buenas decisiones económicas del viejo patriarca, de la mano de la bendición de Dios, lo hicieron enormemente rico. El sobrino miraba emocionado la bonanza económica que estaban viviendo. Entonces, con el apoyo del generoso tío, él también empezó a amasar su propia fortuna. ¡Y lo logró en poco tiempo!
Pero un día la fortuna de ambos impidió que siguieran juntos. Varios altercados tuvieron lugar entre los pastores de Lot y los de Abraham. Ya era momento de separarse. Así que Abraham le dio la oportunidad de escoger la tierra donde partiría. En vez de dejar que Abraham, quien tanta prosperidad le había dado, escogiera primero, él se apresuró a elegir la fértil llanura del jordán. ¡Ahora sí que había tomado la mejor decisión de su vida! Multiplicaría sus riquezas en una de las zonas de mayor comercio de la época. Además, muy pronto se mudó a la ciudad de Sodoma y se convirtió en uno de sus dirigentes. En aquella ciudad gozaba de comodidades, influencia política y prosperidad económica. ¿Qué más podía pedir?
De pronto, todo cambió. Dos mensajeros del cielo anunciaron el fin de Sodoma y, con ello, de toda la fortuna de Lot. No podía creerlo. ¡Parecía una broma de mal gusto! Sin embargo, los ángeles no estaban para bromas. Sus familiares ni siquiera creyeron en el anuncio de la destrucción de la pecaminosa ciudad. Vivían con demasiadas comodidades para dejar todo eso. Por un momento, Lot también dudó en partir, pero los mensajeros tuvieron que tomarlo de la mano para salir de la ciudad con sus hijas. Todo el fruto de su trabajo se hizo polvo en segundos. Y no solo perdió su dinero, también perdió a su mujer y dejó una terrible herencia a través de sus hijas, cuya descomposición moral estaba entretejida en su carácter debido a la influencia de la perversa metrópoli donde habían vivido.
¿Para qué trabajas? ¿Para hacerte rico y darte los lujos con los que has soñado? La Biblia dice que esa actitud es errónea porque la vida es un muy breve y la ambición puede consumir tus mejores años. Al final no te quedará nada. Además, el trabajo tiene objetivos más nobles que ese.
DEVOCIÓN MATUTINA PARA JÓVENES 2018
¡RENUÉVATE!
Alejandro Medina Villarreal
Lecturas devocionales para Jóvenes 2018