“Del corazón del hombre surgen los planes, pero del Señor proviene la respuesta de la lengua” (Proverbios 16:1).
En el año 1211, el emperador Federico II de Alemania, Italia, Borgoña y Sicilia se propuso un día descubrir la “lengua de Dios”. ¿Cómo iba a lograrlo? El monarca supuso que el lenguaje celestial se manifestaría de manera espontánea si los niños se abstenían de escuchar la lengua de su madre. Así que tomó la decisión de que docenas de niños se educaran en completo silencio. Sin embargo, la “lengua de Dios” no se manifestó como esperaba. Más bien, los niños mostraron incapacidad para hablar y murieron a temprana edad. Esa costumbre de estar en silencio para adquirir la “lengua de Dios” fue popularizada por monjes que consideraban que las palabras humanas contaminaban su vínculo con el Señor. Una buena interacción con el entorno no solo es una condición indispensable para el desarrollo normal del cerebro, sino que tiene una importancia fundamental.
¿Cómo se puede obtener la “lengua de Dios”? En realidad, la lengua y el entorno cultural establecen no solamente los sistemas cerebrales en la producción del lenguaje; además, determinan cómo interpretamos las expresiones faciales y cómo consideramos las imágenes y el ambiente que nos rodea. Jesús dijo: “Porque de la abundancia del corazón habla la boca” (Mateo 12:34). Es decir, nuestras palabras revelan nuestro carácter. Por lo tanto, para adquirir la lengua de Dios es necesario establecer un vínculo sólido con el Padre celestial para que nuestras palabras revelen con quién hemos estado.
Elena de White describe algunas actitudes de quienes no heredarán el reino de los cielos: “En esta vida no han practicado el compañerismo con Cristo; por lo tanto no conocen el lenguaje del cielo, son extraños a sus gozos” (Palabras de vida del gran Maestro, p. 340). El lenguaje celestial se aprende a través de la influencia del Espíritu Santo: “Porque ¿quién de entre los hombres puede saber las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así mismo, nadie conoce las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios” (1 Corintios 2:11).
¿Te has escuchado hablar? ¿Qué reflejan tus palabras? ¿Acaso tu lenguaje se caracteriza por las burlas, las críticas mordaces, las quejas o los insultos a los demás? Sí, tu lenguaje refleja cuán cerca o lejos estás de Dios.
Esta mañana invita al Señor a morar en tu corazón. Pídele que te ayude a transformar tu vida y te ayude a aprender el lenguaje del cielo.
DEVOCIÓN MATUTINA PARA JÓVENES 2018
¡RENUÉVATE!
Alejandro Medina Villarreal
Lecturas devocionales para Jóvenes 2018