“Por eso, sigue el camino de los buenos y ve por las veredas de los justos” (Proverbios 2:20).
Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santanilla nació en San Miguel Nepantla (México) el 12 de noviembre de 1651. Pasó su infancia en Amecameca, Yecapixtla y Panoaya. Aprendió a leer y escribir desde los tres años gracias a su hermana mayor, que le enseñaba a escondidas de su madre. Desde muy pequeña se aficionó a la lectura gracias a la biblioteca de su abuelo, donde pasaba mucho tiempo. Cuando tenía siete años, trató de convencer a su madre de que la enviara a la universidad disfrazada de hombre, ya que entonces no se permitía a las mujeres acceder a dichos estudios. A la muerte de su abuelo, en 1656, su madre la envió a vivir con su hermana a la Ciudad de México, donde aprendió latín a una velocidad asombrosa con el bachiller Martín de Olivas. Su enorme talento le permitió, entre 1664 y 1665, entrar a la corte del virrey Antonio Sebastián de Toledo, cuya esposa, Leonor de Carreto, llegó a ser una de sus importantes mecenas. Tiempo después, ingresó a la orden de San Jerónimo y adquirió el nombre que la hizo famosa: Sor Juana Inés de la Cruz. Vivió en el convento de Santa Paula, donde llegó a poseer más de cuatro mil libros, instrumentos musicales, mapas, aparatos de medición; fue allí donde adquirió conocimientos de matemáticas, lengua, filosofía, mitología, historia, teología, música, pintura y cocina. En el convento se le permitía estudiar, escribir, celebrar tertulias y recibir visitantes.
Hoy seguimos maravillándonos al observar la perfección de su métrica y su agudeza al hablar de los grandes temas del corazón humano. ¿Cómo logró esta mujer un nivel tan elevado sin haber tomado clases en una institución educativa? Perseverando en sus metas, luchando por lo que quería, no dejándose vencer por las circunstancias. Incluso ella confiesa que, en ocasiones, se impuso la regla de cortarse cuatro o seis dedos de cabello y, en lo que este le crecía, debía dominar cierto tema; si no lo lograba, volvía a cortárselo a la misma medida hasta alcanzar su objetivo. Murió el 17 de abril de 1695.
La vida está llena de desafíos. Pero no estamos solos. Dios nos ha llamado a perseverar: “Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; cuando cruces los ríos, no te anegarán. Cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni las llamas arderán en ti” (Isaías 43:2).
Hoy pide al Señor que te ayude a ser valiente para enfrentar tus desafíos.
DEVOCIÓN MATUTINA PARA JÓVENES 2018
¡RENUÉVATE!
Alejandro Medina Villarreal
Lecturas devocionales para Jóvenes 2018