“El hijo sabio alegra a su padre; el hijo necio entristece a su madre” (Proverbios 10:1)
Jacob fue un hombre que llevó una vida muy desafiante. Desde
pequeño tuvo que competir con su hermano, cuyas habilidades lo eclipsaban.
Luego, tuvo que huir de su hogar después de engañar a su padre y recibir los
derechos de una primogenitura que no le correspondían. Posteriormente, tendría
que trabajar muchos años para Labán, su suegro, con quien también tendría
fuertes encontronazos. No obstante, la mayor fuente de dolor para este hombre
serían sus propios hijos. De ellos recibió quejas, conflictos y engaños.
Incluso Rubén, su hijo mayor, se atrevió a dormir con una de las mujeres de su
padre. Sus hijos lo metían en constantes problemas. Llegaron al punto de
asesinar a toda una comunidad, después de que Dina, su hermana, fuera ultrajada
por Siquén. Por si fuera poco, sus hijos clavaron una profunda espina en el
corazón de Jacob al vender a José, su hermano, como esclavo a una caravana de
ismaelitas, haciendo creer al anciano que había sido devorado por unas fieras.
Probablemente, nunca dieron a su padre una satisfacción de la cual se pudiera
sentir orgulloso.
He conocido a un buen número de padres que han recibido escasas o nulas
alegrías de parte de sus hijos. A lo largo de sus vidas, sus vástagos solo les
han causado dolores de cabeza, problemas y angustias. Hay quienes han sufrido
engaños, mentiras y estafas de sus propios hijos. Pasan los años y muchos
ancianos descienden al sepulcro sumidos en medio de las grandes tristezas que
sus hijos les han causado. Sus vástagos no fueron capaces de darles una
alegría, un motivo para sentirse satisfechos y contar a los demás los logros de
sus herederos.
Yo creo que, salvo excepciones, no hay personas más egoístas en este mundo que
los hijos. A veces parece que solo tienen cabeza para pensar en sí mismos.
Olvidan que a los padres solo les preocupa que sean felices y que se alegran de
verlos realizados y contentos. Ni siquiera esperan que se lo agradezcan. No
obstante, muchos hijos no son capaces de vivir vidas que valgan la pena, al
contrario, se convierten en un verdadero dolor de cabeza para sus padres y los
angustian hasta el final de sus días.
Esta mañana te invito a dejar de pensar en ti mismo y pensar un poco en tus
padres. Ellos merecen una alegría de tu parte. Llévales buenas notas de la
escuela, cuéntales tus logros personales, asiste a la iglesia, agradéceles su
apoyo. Hazlo por ellos. Tal vez hoy no lo entiendas, pero cuando tengas hijos
empezarás a comprenderlo mejor.
DEVOCIÓN MATUTINA PARA JÓVENES 2018
¡RENUÉVATE!
Alejandro Medina Villarreal
Lecturas devocionales para Jóvenes 2018