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viernes, 22 noviembre, 2024

Tres requisitos para derrotar a un gigante

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“No vayas por la senda de los impíos, ni sigas el camino de los malvados” (Proverbios 4:14).

La batalla debió de haber sucedido aproximadamente entre los años 1026 y 1023 a.C.. Tuvo lugar en el Valle de Ela, entre Azeca y Soco, a unos 27 kilómetros al suroeste de Jerusalén. De pronto, del lado del ejército filisteo apareció Goliat, un guerrero de casi tres metros de altura, ataviado impecablemente para la guerra y con amplia experiencia en el campo de batalla. El semblante del gigante era tan aterrador que su presencia estremeció al ejército hebreo, cuyos soldados se apresuraron a agazaparse entre las rocas. Entonces, empezó su guerra psicológica con un vendaval de insultos a sus rivales. En esta parte se observa el primer requisito para derrotar a un gigante.

Liderazgo. En realidad, quien debería ejercer la autoridad, a saber, el rey Saúl, no lo hace. En vez de salir y dar la cara por su pueblo y por el Dios a quien están insultando, se encierra en su tienda sin saber qué hacer. Cuando uno no ejerce el liderazgo que le corresponde, otro lo asumirá tarde o temprano. Fue así como un adolescente dedicado al pastoreo de ovejas -de mucho menor estatura, sin el equipo adecuado para la guerra y sin experiencia militar- asumió el liderazgo que le correspondía al rey de Israel y estuvo dispuesto a enfrentar al gigante.

Identidad. La Biblia dice que Saúl vistió a David con sus propios atuendos para pelear, incluyendo un casco de bronce sobre la cabeza y una coraza. Sin embargo, el chico ni siquiera pudo caminar con semejantes cacharros. Eso nos recuerda una lección: nunca te pongas la armadura de otro para luchar, porque te va a quedar grande. Mejor aprende a combatir con tus propias armas.

Seguridad. David tuvo que estar bien seguro de que Dios aprobaba su decisión de enfrentar a Goliat. Su objetivo era dar a conocer al Dios de Israel delante de todo el mundo. El joven reflejaba en el rostro una seguridad que únicamente concede el Padre celestial.
¿Posees un liderazgo fundamentado en una sólida relación con Dios? ¿Tienes una identidad cristiana que no deja lugar a dudas? ¿Tienes la seguridad de dar a conocer a Cristo a través de los diversos ámbitos de tu vida? Si es así, entonces prepárate para ver cómo caen los gigantes delante de Dios y cómo el nombre del Señor es honrado y exaltado por quienes lo han calumniado.
Decide hoy seguir por el camino que conduce a la vida eterna.

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¡RENUÉVATE!
Alejandro Medina Villarreal
Lecturas devocionales para Jóvenes 2018

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