Seis meses es el tiempo máximo que una persona con drogodependencia debe permanecer internada en un Centro de Especialización de Tratamiento de Adicciones.
La normativa emitida por el Ministerio de Salud Pública (MSP) para el control y vigilancia de los establecimientos que prestan estos servicios señala que luego de ese periodo se debe realizar el proceso de inclusión familiar e integración social.
De esa forma esclarece que ninguna persona (como los adolescentes) que tenga adicción puede ser obligada a permanecer en estos sitios. “El ingreso es voluntario, sin que puedan utilizarse medidas ni estrategias de retención que atenten contra los derechos individuales.
En el caso de los menores de edad, el acogimiento institucional deberá estar respaldado por una orden judicial”, reza en el documento. El modelo de atención para adicciones de la cartera de Estado indica que junto a la orden judicial debe ir un informe de evaluación psiquiátrica, médica y psicológica que avale la necesidad de internación.
Esto tiene que incluir el sello y firma de los profesionales responsables de dichos informes, así como el programa terapéutico del centro que recibirá al joven. Para lograr esta orden, los padres o familiares requieren mostrar las pruebas (ante el juez) que confirmen que el consumo es tan problemático que atenta contra su vida o la de otros.
El neurosicólogo Germán Mármol, especialista en prevención de adicciones, detalla que la mayoría de estas patologías son susceptibles de tratarse, inicialmente, de forma ambulatoria, aunque aclara que todo depende de la gravedad y frecuencia del consumo. “Pero si ya hay síntomas físicos graves, o un síndrome de abstinencia complicado generado por drogas como la heroína, es necesaria la hospitalización urgente”.
En el tercer nivel de atención (tipo residencial), según el MSP, hay 12 centros especializados en el tratamiento de personas con consumo problemático de alcohol y drogas. Además, 744 servicios ambulatorios generales, 48 servicios ambulatorios intensivos y 38 unidades de salud mental hospitalarias.
La adherencia es la clave Si la adicción se aborda de manera ambulatoria se requiere la adherencia del paciente al tratamiento. En tres meses debe darse la valoración. “En caso de que no exista mejora se debe proceder a la internación, pero siempre con el consentimiento del paciente porque de lo contrario no dará el resultado esperado”.
El mismo criterio tiene la trabajadora social Ximena Ramón, quien labora en un centro de adicciones en Quito. “La persona que ingresa debe estar convencida de que eso es lo mejor para su vida: así desarrollará con más empeño las actividades en busca de la recuperación”.
El primer paso es la desintoxicación: genera síntomas físicos asociados con el síndrome de abstinencia (dolores de cabeza, náuseas y temblores) o los de orden psicológico (nerviosismo o irritabilidad).
Dependiendo de la sustancia -añade Mármol- los síntomas se presentarán con mayor intensidad en los primeros días desde la supresión. “Requieren seguimiento médico y manejo farmacológico”.
Según el manual del MSP, en este período se detectan y tratan las complicaciones médicas relacionadas con la adicción (hepáticas, neurológicas, renales, cardiovasculares) a fin de recuperar el equilibrio fisiológico.
El psiquiatra Efraín Basantes indica que en el período de desintoxicación -que toma una semana- se administran suplementos vitamínicos o fármacos que limpian el organismo, pero todo depende del tipo de sustancia o droga consumida. “En el caso de la ‘H’, el proceso es más complicado porque puede generar un síndrome de abstinencia muy marcado e intenso que a ratos genera procesos dramáticos.
En esos casos se recetan analgésicos para controlarlos”. La metadona -precisa- es el fármaco idóneo para sustituir la droga, pero no está disponible en el mercado local, por lo que se usan sustancias parecidas para lograr el efecto deseado, sobre todo en los primeros días.
Una vez que el paciente ingresa al centro de rehabilitación se debe dar, según el protocolo, un proceso de adaptación e integración al nuevo espacio en el que el adicto convivirá por al menos un mes sin tener contacto con sus familiares o amigos. “La idea es que los pacientes desarrollen su vida normalmente, con controles médicos y sicológicos que les permitan superar esta fase y una vez que salgan sepan controlar su adicción”, afirma el sicólogo Mármol.
Aquí deben emplearse terapias individuales, ocupaciones y charlas para que las personas desarrollen su proyecto de vida cuando salgan.