Por Farhad Manjoo*
Como vivo en el norte de California, donde este tipo de cosas es casi una norma local, pasé el Año Nuevo en un centro de meditación, rodeado de cientos de personas blancas adineradas, bien intencionadas y vestidas con ropa de la marca Patagonia, que buscaban restablecer el orden y equilibrio de sus vidas embrutecidas por la tecnología.
En otro momento me habría burlado de su proceder, pero últimamente le he tomado cariño a la sinceridad performativa puesta al servicio del equilibrio digital. En realidad, me ponen más nervioso quienes aún no se han rendido a los retiros de meditación.
Lo cual me lleva directo al tema: estamos en 2020, ¿por qué no has comenzado a meditar? ¿Por qué no lo ha hecho todo el mundo?
He sido periodista de tecnología durante casi veinte años y un devoto de la tecnología desde hace mucho más. Durante ese tiempo, me he obsesionado con la forma en que la experiencia digital codifica cómo desciframos la lógica del mundo real.
Es probable que la tecnología nos haya liberado de los viejos guardianes, pero también creó una cultura en la que cada uno elige sus propios nichos de verdad, que llevó al pensamiento conspiracionista al centro de la conciencia pública y atrajo la pesadilla incesante del drama de hermandad preparatoriana hacia cada esfuerzo humano.
También distorsionó nuestra experiencia de la realidad cotidiana. Objetivamente, el mundo actual está mejor que nunca, pero el mundo digital provoca, inevitablemente, que todo el mundo se sienta mal. Lo que nos altera no es solo el contenido de las noticias cotidianas, sino también la velocidad, el volumen y la saturación de la falsedad en todo ello.
¿Desintoxicación?
Hace unos años, comencé a temer que los mecanismos cáusticos del internet estuvieran consumiendo mi cerebro, convirtiéndome en una persona ordinaria amargada, distraída y cínica por reflejo. Desde entonces, he hecho todo lo posible por desintoxicarme. Consulté bloqueadores de aplicaciones y monitores de tiempo en pantalla para mantenerme desconectado. Incluso leía las noticias en periódicos impresos para tener una presentación de los medios más lenta y reflexiva.
Pero la magia que se supone que cambiará tu vida al estar desconectado tiene sus límites. Los teléfonos inteligentes son fundamentales para la economía, como los autos y las tarjetas de crédito, y mucha gente tiene pocas posibilidades reales de abandonarlos.
Además, el mundo de la desconexión ahora está gobernado por lo que sucede en línea. El escape es imposible. Las bromas en Twitter programan de forma indirecta las noticias y no importa cuánto te esfuerces para proteger a tu hijo del oscuro poder de los teléfonos, su vida social seguirá aumentando y disminuyendo conforme a la dinámica inescrutable de Instagram y el videojuego Fortnite.
Así que recurrí a la meditación para sobrevivir al Internet come cerebros.
No pongas los ojos en blanco. Ya has escuchado hablar de los beneficios de la conciencia plena. La meditación ha escalado los peldaños de las modas del bienestar en la Costa Oeste de Estados Unidos durante varios años y ahora se afianza en la cima intelectual del momento.
Es el tema de innumerables libros, contenidos multimedia, convenciones y de una guerra de aplicaciones millonaria. La meditación es elogiada por los directores ejecutivos y presentadores, e incluso la imparten como una materia en la primaria de mis hijos (repito, estoy al norte de California). Esta moda está sustentada por toneladas de investigaciones científicas que demuestran los beneficios de la atención plena para tu salud física y mental, cómo incluso periodos muy cortos de meditación mejoran tu atención y tu capacidad de concentración, tu memoria y otras funciones cognitivas.