La exlegisladora de Pachakutik trabajó como empleada doméstica a los 13 años. A los 23 obtuvo el bachillerato y gracias a dos becas se graduó de doctora en Jurisprudencia y de magíster. Al mismo tiempo crecía su carrera política.
“Nací el 15 de octubre de 1969 en Chirinche Bajo, provincia de Cotopaxi. Recuerdo mi niñez muy pobre en una familia de ocho hermanos, soy la cuarta de los hijos. Mi papá fue albañil y mi mamá ama de casa, los dos son analfabetos. De esos hermanos, solo los dos primeros fueron al colegio y nosotras terminamos la primaria.
A los 13 años, me rebelé y pedí estudiar corte y confección. Me fui a la Unión de organizaciones campesinas de Mulalillo, en Cotopaxi (Unocam), filial Conaie, porque habían algunos proyectos para las mujeres como el de huertos familiares y el curso de corte.
Me inscribí para estudiar esa profesión durante dos años. Después viajé a Ambato a buscar trabajo como costurera, pero era una ciudad industrializada en donde se utilizaban máquinas overlock.
Me di cuenta de que no estaba preparada para ser costurera y me convertí en empleada doméstica. Trabajé durante seis años, puertas afuera, de lunes a sábado medio día, con dos familias.
Cocinaba para ellos y cuidaba a los niños. Allí aprendí a coser en las máquinas overlock y luego comencé a coser para otras casas: pantalones, vestidos y sábanas. Yo vivía en un cuarto arrendado en Ambato, con mi papi y mis dos hermanos que trabajaban como peones en la mañana y estudiaban en la Universidad.
Mi padre llegaba a las 17:00 y cocinaba para todos. Muchas veces me iba a pie al trabajo porque ahorraba para comprarme cosas. Tenía 18 años y un enamorado con el que pensaba casarme, por eso me compré el primer televisor blanco y negro, la cocineta, la cama y muebles de cuerina. Todo estaba en la casa de mis papás, no teníamos nada y nos sentábamos en el piso.
A los 19 años fui candidata a Reina Campesina Bonita por la comuna. Mi mamá se enojó mucho y me dijo que eso era para mestizos y gente que tenía plata. Pero la Unocam la convenció y yo gané el reinado en 1989. Ahí inició mi vida política, conocí al Alcalde, a la reina de Salcedo.
Desde ahí cambió la historia. Dejé mi trabajo de empleada y otra vez la Unocam me ayudó, pasé a ser promotora de los guagua huasi. Recién en esa época hice el bachillerato y me fui a Zumbahua, donde estudiaban los indígenas solo los sábados y domingos. A mis 23 años, conseguí el título de bachiller en Agronomía, pero no me vi allí, así que revalidé materias y saqué el título para profesora de educación primaria. Después fui a Quito para estudiar Derecho en la Universidad Central.
Yo estaba con un chico que me condicionó a estudiar Derecho para casarse conmigo. Pero se casó con otra. A los 23 años ya me veía muy “vieja” para casarme y pensé que me quedaría soltera para siempre. Me aferré a Quito, me gradué en Ciencias Políticas y Sociales y para pagarme los estudios trabajé en el Hotel Hilton Colón, en banquetes.
También de niñera en el Comité del Pueblo y conocí a una fundación alemana que me dio una beca. Pero me pidieron que vaya a la Universidad Católica y les dije que no. Yo rompí el estigma de la fundación, que apostaba por la educación privada como la mejor. Pero demostré que la Universidad Central era buena y el 30% de los becarios fue allí. No costaba la educación, sino el arriendo, la comida y el transporte.
En 1997 cayó Bucaram y yo no era política, sino una guambra que estaba en las calles y en los levantamientos. El movimiento indígena de Cotopaxi renovó el personal del diputado Leonidas Isa y me nombró secretaria de él. Ese fui mi primer cargo público en la Asamblea y trabajé hasta agosto de 1998.
Ese año también gané una beca a México para estudiar Derechos Humanos e Indígenas, durante tres meses. Yo estudié el doctorado en Leyes y después gané una beca en la Flacso para un posgrado en Ciencias Sociales con mención en asuntos étnicos. Allí conocí a Raúl, mi marido, fue un flechazo apunte papelitos, no había WhatsApp ni Facebook.
No creo que puse tanto interés en el posgrado, sino en cómo conquistar a mi esposo. De ahí salí con doble título: la Maestría y mi marido. Él también estudió lo mismo, era abogado y de mi misma provincia. En ese período empezó mi vida en la dirigencia y volvimos a Cotopaxi.
Allí fui elegida vicepresidenta y mi esposo coordinador de Pachakutik. Apoyamos a Lucio Gutiérrez y ganamos la presidencia. Me nombraron Subsecretaria de Desarrollo Rural, pero el expresidente cortó todas las partidas presupuestarias y solo dejó el puesto.
Gracias a mis conocimientos en administración y buenos asesores llegué a tener unos recursos para hacer obras, pero a los seis meses se terminó la alianza y renunciamos a los cargos. Quedé en el desempleo, fui candidata a la alcaldía de Salcedo y me embaracé de mi primer hijo.
Perdí las elecciones, Gutiérrez cayó y regresamos a Quito. El nuevo presidente Alfredo Palacio me nombró Secretaria Ejecutiva del Consejo de Desarrollo para Pueblos y Nacionalidades (Codenpe).
Allí conocí a Rafael Correa, quien era ministro de Economía. Me quedé cuatro años e hicimos obras para el sector indígena: agua, puentes carreteras, todo encaminado a mejorar la calidad de vida de las comunidades, eso fue de 2005 al 2009.
Cuando Correa ganó las elecciones él quiso botarme del Codenpe, pero no pudo porque el nombramiento era para cuatro años. Sin embargo, me cortó el presupuesto, insultó y eliminó mis atribuciones. Él decía que yo malgastaba la plata, le encanta ofender a las personas sin ninguna prueba.
Pidió cuatro auditorías de la Contraloría y en sus informes concluyó que mi administración ha sido la mejor y que se tome como modelo para otras. También recomendó hacer un manual de usos de fondos públicos que sirva para otras instituciones.
Al frente del Codenpe yo hice todo con el trabajo de la comunidad, porque la minga, la mano de obra abarata los costos. Si un proyecto de agua potable costaba 100.000 dólares, yo lo hacía con 50.000, eso no le gustó a Correa y yo era muy crítica con él.
Después me candidaticé para asambleísta nacional y gané con 70.000 votos. Allí empecé a combatir al expresidente, yo veía cómo ellos robaron en las obras. Presenté 13 proyectos de ley, fui autora de la propuesta del parto humanizado, no Gabriela Rivadeneira, expresidenta de la Asamblea, como ella dijo.
Pero la fiscalización quedó en denuncias porque nadie nos hizo caso. El correísmo hacía contrapropaganda, decía que somos los mismos de siempre jodiendo. Ese fue el título de mi primer libro: Lourdes Tibán, la misma de siempre. Pero la parte más dura es cuando una mujer ejerce una función pública. Hice bien mi trabajo en la Legislatura, aunque puse en riesgo mi vida. Enfrenté a Correa y ellos me robaron la casa, encarcelaron a mi hermano y me garrotearon.
Como Correa no pudo con nada se fue contra mi pudor y mi dignidad, eso es lo más bajo. Los correístas me dijeron que era una quita maridos y me hicieron un daño moral. Puse la denuncia y me demandaron por 500.000 dólares, entonces ¿cómo enfrentar a Correa que se tomó todos los poderes y controló la justicia? No pude con esa turba.
Ellos tienen un jefe que no está aquí y están acostumbrados a agredir a todo el mundo. Eso hicieron con Cléver Jiménez, Carlos Figueroa, entre otros. Mientras estás en la política no te dedicas a la familia. Pero Dios me puso en el camino a mi marido, Raúl, el padre de mis tres hijos.
Yo soy lo que quiera en la política, pero de la mano de mi esposo. Él ve a los niños en la escuela, les prepara la comida y los cuida. Me casé en el 2015 luego de 15 años de convivencia. Una familia debe probarse y que las mujeres no debemos casarnos vírgenes. Fui legisladora en el período más jodido de la historia del país.
Eso me dio más fortaleza y cuando terminé de escribir mi libro: Atatay Correa, me puse a llorar porque vi todo lo que pasé, pero estoy viva. Hace tres años, la Conaie me candidatizó al Foro de la ONU para Cuestiones Indígenas y gané. Hace tres meses este Gobierno hizo lo mismo y gané otra vez como representante del Estado ecuatoriano”. (I) El Telégrafo