Sobre el piso de lastre de la casa en donde vivió toda su vida, Oswaldo Israel Torres Calderón se levantó una capilla ardiente para despedir al privado de libertad que fue incinerado en el último enfrentamiento ocurrido en la ‘Peni’.
El cofre estaba sellado. Sus familiares no podían ver el rostro de la víctima de 26 años, porque quedó irreconocible. Sus familiares, en especial su padre, dijeron que no descansarán hasta que alguien se haga responsable de su muerte.
En las calles César Dávila y Río Purará de la ciudadela Bellavista, en Milagro, familiares y amigos de Cheché llegaron a su velatorio. Lamentaron la forma cómo murió dentro del sitio en el que, se supone, debía estar seguro durante 4 años en que estaría detenido.
Feliciano Torres lloró al recordar los momentos en que reconoció a su hijo. Tras saber lo que había sucedido, el viernes madrugó y fue al centro de rehabilitación para preguntar por él. “Nadie me dio respuestas”, sostuvo. En el Departamento de Ciencias Forenses, lamentablemente, confirmó lo peor.
El tatuaje del Divino Niño en la espalda y el nombre Kayne el cuello eran más que suficientes para saber que se trataba de su vástago. No obstante, continuó revisando el cuerpo y verificó los otros tatuajes que tenía en su cuerpo.
“Mi hijo también tenía mi nombre en la mano derecha, en la izquierda el nombre de la hermana Lilibeth y en el brazo, el de su madre Yalila”, relató entre lágrimas Feliciano Torres.
Así como siente tristeza por lo sucedido, él tiene un sentimiento de indignación, pues afirma que durante los 9 meses que estuvo en prisión, Oswaldo le pedía cincuenta dólares mensuales para pagar protección. Esa “inversión”, al final, no sirvió de nada.
Una vez que sepulten a su hijo esta tarde, se comunicará con los familiares de los otros internos fallecidos para tomar acciones legales y lograr que esto se esclarezca.
“No puede ser posible que en un sitio que se supone debe ser para seguridad de ellos, haya armas, droga. A uno de los presos le han encontrado hasta un fusil. ¿Cómo entra un fusil dizque para cazar palomas a la cárcel?”, dijo el padre en tono enfurecido.
Interno pensaba partir pastel
Romario Villón Soriano pensaba celebrar su cumpleaños número 25 en su celda. El joven en mención fue otro de los seis fallecidos en la revuelta de las personas privadas de libertad en la Penitenciaría del Litoral.
El hombre era oriundo del puerto pesquero de Anconcito y fue detenido en el 2017 con droga. A pesar de que su abogado presentó los certificados que tenía una enfermedad de adición fue condenado a 4 años prisión.
Sus familiares indicaron que Romario estaba próximo a cumplir con la mitad de la sentencia y durante el tiempo que estuvo en prisión había cambiado. Él les había dicho que al salir de la cárcel trabajaría fuerte para sacar adelante a su familia.
Romario, como todos lo conocían, el próximo 16 de junio iba a estar de onomástico y la última vez que conversó con Olga Soriano, su progenitora, le pidió que ese día le deposite dinero para comprar unas colas y un pastel, pues quería compartir con sus panas de celda.
“Mi muchacho ya era un ser humano distinto, recuerdo sus promesas de que cuando él este libre una de sus metas era construirme una casa”, dijo entre lágrimas Soriano.
El féretro de Villón Soriano recibió velación en el barrio 9 de Octubre de Anconcito y la tarde ayer fue sepultado en el cementerio de la citada localidad.
Con información de Diario Extra