Pocos son los deportistas ecuatorianos que dieron su salto a la fama al adjudicarse un gran torneo o colgarse una medalla de oro olímpica, pero el tenista Andrés Gómez puede vanagloriarse, además, de haber sido el primero en hacerlo.
«El Zurdo de Oro», hoy miembro de la Comisión de Atletas del Comité Olímpico Ecuatoriano (COE), pese a que nunca fue olímpico porque el tenis entonces no lo era, lo hizo en 1990 derrotando al por aquel entonces joven tenista estadounidense Andre Agassi en la final de Roland Garros, un sueño que muchos consideraban imposible.
Para Gómez, sin embargo, ese triunfo es un «símbolo» de que «sí se pueden lograr las cosas aunque parezcan lejanas o difíciles», y no es que ese fuera su único título.
El tenista ecuatoriano retirado tiene hoy 60 años y llegó a acumular a lo largo de su carrera 21 títulos individuales y 33 en dobles, convirtiéndose en un símbolo de excelencia para su país, hasta que seis años después el marchista Jefferson Pérez ganara la medalla de oro en los juegos olímpicos de Atlanta.
Hasta ahora, ambos son los únicos ecuatorianos en haber ganado esos máximos trofeos.
Pero «Roland Garros no se limita a las dos semanas de juego», advierte Gómez en una entrevista difundida este miércoles por el COE, en la que evoca el espíritu de superación de quien fue uno de su más grandes deportistas.
Su secreto, explica, estuvo en el meticuloso trabajo de «diez años antes», en los que «hubo que hacer enmiendas, dejar de hacer cosas, hacer otras cosas nuevas, hubo que intentar, caerse y levantarse».
Ese 10 de junio, Gómez levantó el trofeo en medio de la ovación del público tras cuatro sets (6-3, 2-6, 6- 4, 6-4) y un match point.
Su rival, Agassi, tenía entonces apenas 20 años pero llegaría a ser uno de los tenistas más reconocidos del mundo.
Ambos se habían enfrentado cuatro veces con victorias divididas, dos para cada uno, y ese 10 de junio la pelota cayó para el lado de Gómez.
«Los momentos en que pude haber caído en problemas, el saque funcionó, me sacó de problemas y me dio la oportunidad de mantenerme adelante casi todo el partido. Tomé la iniciativa, no dejarlo que él tome el control de los puntos, la táctica era mantener la mayor cantidad de tiempo posible y al final se dio el resultado que se dio», rememora.
Gómez llegó a esa final tras haber pisado fuerte en el torneo francés por antonomasia desde el primer día, y con una solidez sobre la arcilla que venía marcada por una potente zurda y un toque elegante de la bola.
«Me ayudó a cimentar el juego que venía teniendo los últimos tres meses desde que llegué a Europa en la temporada de tierra», comenta en la entrevista en la que repasa su paso por el torneo.
En cuartos de final le tocó el francés Thierry Champion, a quien derrotó en tres sets por 6-3, 6-3 y 6-4.
«Sabía que la gente iba a estar complicada, que había que ir con mucha paciencia, aguantar no solamente a él sino la presión que iba a tener la gente. Tuve oportunidad de salir adelante rápidamente en cada set y eso apagó un poco al público y pude jugar con un poco más de tranquilidad», recuerda.
En la semifinal, frente al alemán Thomas Muster, «un gran rival», estuvo impecable, con pocos errores, y venció en tres sets por 7-5, 6-1, 7-5.
Su triunfo en el templo de arcilla, no fue ninguna casualidad. Lo había planeado desde un año antes con su entrenador chileno ‘el Pato’ (Patricio) Rodríguez, quien en 1989 había sustituido al ecuatoriano Colón Núñez.
«Cuando hablé con ‘el Pato’ comenzamos a programar y hablar de cuáles eran mis aspiraciones y qué quería, y nos pusimos como meta Roland Garros», rememora.
A París llegaba después de haber pasado por otros Grand Slam con notorio éxito, pero en la década de John MacEnroe, Ivan Lendl, Jimmy Connors (fue este quien le puso el apodo de ‘Gogo’ a Gómez), Yannick Noah o Mats Wilander, alcanzar una final era probablemente imposible.
Aún así, en 1984, con 24 años, Gómez llegó a la fase de cuartos de final en Roland Garros, Wimbledon y el US Open.
«Tenía muchos años que iba yendo y sentía que ese año podía ser el torneo. Se bajaba la cabeza un poco un tiempo, y de nuevo se volvía a salir con fuerza», recuerda.
Gómez se consagró como el mejor tenista ecuatoriano gracias a una carrera formidable, alcanzando el Top 4 de la ATP tras su victoria individual en Roland Garros, un título que ya tenía en dobles desde dos años antes en tándem con el español Emilio Sánchez Vicario.
Entre sus máximos logros también destaca el títulos de dobles en el US Open de 1986 con Slobodan Zivojinovic.
Hoy, 30 años después, Gómez reconoce que esos logros no fueron solo suyos, sino de todo un equipo que lo apoyaba, de su familia y «de todo un país que lo admiraba desde lejos».
«Dar gracias a toda la gente que había estado atrás mío. No es una cosa de una sola persona, es de muchísima gente alrededor de eso», concluyó.
EFE/ALDIA