Hoy, 26 de enero de 2021, se conmemora un año más del conflicto bélico contra el Perú o más conocido como la ‘Guerra del Cenepa’, donde decenas de soldados ecuatorianos dieron su vida para hacer respetar el terruño.
Tras 26 años, se trae a memoria esta gloriosa fecha como la gesta victoriosa del Cenepa, aunque por primera vez, todos los eventos han sido cancelados debido a la pandemia por el coronavirus.
Historia
Los ojos de Lisenco Valencia, héroe de la Guerra del Cenepa, aún recuerdan los días durante el conflicto armado contra el Perú. Cada escenario, bomba, fusil y escapada de la muerte se quedaron en su memoria.
Valencia, ahora con 49 años, se enorgullece del precio alto que tuvo que pagar por ver esa gloria que hoy todos celebran: La Paz.
Todo empezó cuando tenía 22, era aspirante y poco sabía de lo que iba a ocurrir un mes de enero de 1995. De la nada le sorprendió la guerra y supo que tenía que luchar.
“Tuvimos cinco días de inducción con un armamento nuevo que llegó hasta Ecuador e inmediatamente volamos hacia Patuca (Morona Santiago) era el Centro de Operaciones del Cenepa”, recordó.
Tras llegar a Patuca y luego al instaurado helipuerto de Montufar, caminaron por tierras agrestes para ir a Tiwinza. Fueron 3 kilómetros de diluvios, bajando y subiendo lomas, el clima no parecía contento por lo que iba a ocurrir.
Los soldados que se desembarcaban en dicho puerto se dirigían a diferentes zonas de combate, Valencia se quedó con 80 compañeros de su patrulla, cerca de un maizal. Otros 20 hombres se escondieron en ‘La loma de Los Monteros’ para acatar.
“Los compañeros que se quedaron en la Loma de Los Monteros recibieron una gran emboscada, de esos, fallecieron ocho soldados, amigos, hermanos…”, recordó que no había tiempo para llorar.
Una vez que comenzaron a atacar por el maizal, a su corta edad se imaginó la muerte. En ese momento, recordó a su padre, madre y hermanos, pero más pudo la adrenalina.
“Abrimos fuego contra los peruanos, de mi patrulla nadie murió. Pero estábamos ciegos, era una selva muy espesa, no teníamos visión, sólo nos decían que disparemos en un ángulo de 90 grados, éramos hombres contra hombres”, dijo.
Eran tremendas batallas que podían durar horas y días, sin descanso alguno. Cuando por fin parecía un cese al fuego, aprovechaban la ocasión para ir por alimentos.
Las provisiones estaban a 5 kilómetros de Tiwinza y tenían que pasar por caminos de difícil acceso, donde el lodo llegaba a las rodillas, con aguaceros y fuertes soles en ocasiones. Allí, contó, vio morir a uno de los suyos, situación que le quedó marcado de por vida.
Ahora, recuerda que todo ese esfuerzo no pude ser en vano, y espera que las nuevas generaciones razonen, y le den la importancia patriótica que tuvo esa guerra, que más de pelear tierras, fue un asunto político. (EHL)