En 2019, la foto de una hermana apoyando a su hermano con cáncer dio la vuelta al mundo, mostrando que el peso de la enfermedad, del dolor, es algo que afecta a todos los miembros de una familia, incluso a los más pequeños. En blanco y negro, en un baño, el pequeño Beckett, de entonces cuatro años, intentaba vomitar, mientras Audrey (de cinco) acariciaba su espalda. La madre, Kaitlin Burge, explicó en su momento que, incluso, la niña cogía a su hermano en brazos y le ayudaba a ponerse en el sofá porque estaba muy débil. La imagen publicada en Facebook se volvió viral en pocos días, consiguiendo miles de me gusta y de compartidos.
Durante estos dos años, el pequeño ha estado recibiendo tratamiento de quimioterapia por una leucemia linfoblástica aguda –tipo de tumor maligno que comienza en la médula ósea–. Ahora, en 2021, la madre ha hecho público que el pequeño ha superado la enfermedad y se encuentra por fin de vuelta en el cole. La familia, que vive en Princeton (Texas), ha publicado un video en el que se ve cómo el niño toca la campana tres veces, una tradición que constituye “el mejor sonido para expresar felicidad de un paciente al superar un cáncer”.
Además, Kaitlin ha querido recalcar en el Daily Mail que Audrey ha empezado a quitarse la carga de cuidar a su hermano: “Durante el tratamiento de quimioterapia, se comportaba más como una figura materna, pero ahora se está dado cuenta de que su hermano lo ha superado, aunque está esperando que sea un poco más independiente. Además, cuando intenta ayudar a Beckett, él la contesta: “Lo puedo hacer por mí mismo”. Y añade que le gusta verles pelear, porque “son cosas de familias normales”.
Según relata la progenitora en el diario, Beckett está feliz con la vuelta al cole, mientras Audrey ha recuperado unas aficiones que había interrumpido debido a los problemas económicos derivados del tratamiento del pequeño: “Estos dos años, mi hijo ha estado medicándose por la noche y yendo a tratamiento. A partir del 8 de agosto, la quimio terminó. Se tiene que hacer análisis una vez al mes, y nunca sabes lo que va a ocurrir. Pero es un mundo diferente”.
Aunque el pequeño ha sufrido efectos secundarios de la quimio como el dolor de piernas, según relata Kaitlin, “puede jugar con Audrey como hermanos normales. Les llevo por la mañana al cole y luego ellos vuelven juntos en bicicleta. Juegan juntos, y ahora mi hija ha sacado su lado más competitivo”. (I)