Por Eduardo Gaibor
En la continuación de mis relatos históricos sobre Quevedo (el gran Quevedo que abarcaba Mocache, Valencia, Buena Fe, hoy reducido territorialmente a la mínima expresión), a finales del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX las selvas vírgenes del Alto Palenque son colonizadas por finqueros llegados de diferentes sectores del país: de Vinces, de la provincia del Guayas, de la provincia del Cotopaxi y otras provincias de la serranía.
Como había explicado anteriormente, Quevedo nació en la Loma Galo Plaza y poquito a poco se construyeron casas comerciales en lo que hoy es la calle Bolívar y 7 de Octubre, desde la calle Primera hasta la calle Cuarta, de ahí en adelante se construyó el primer cementerio que abarca lo que hoy es el parque Central hasta el Shopping Municipal de Quevedo.
Crecimiento poblacional
Como la población crecía, el cementerio fue trasladado a la Loma Galo Plaza que hoy toma el nombre de Cementerio General.
La mayor concentración de habitantes estaba en la loma hoy llamada Galo Plaza. En esta naciente población que luego pasó a ser elevada a parroquia de Vinces no existían los servicios básicos sanitarios.
El agua del río Quevedo era muy limpia de donde se abastecían los hogares del líquido vital haciendo uso de los servicios de los aguateros, que transportaban el líquido en dos recipientes de hojalata de veinte litros cada uno, que eran llevados sobre sus hombros y sostenidos por una palanca. En otros casos utilizaban burros para transportar el agua en barriles de madera.
De esta manera, los hogares se abastecían del agua del río Quevedo para la preparación de alimentos y el aseo personal. El agua era depositaba en grandes bunkers o en toneles de madera.
Nostálgico panorama
La población crecía y las amas de casa se trasladaban a la orilla del río para el aseo de la ropa de la familia. Las familias que tenían condiciones económicas pagaban a las lavanderas que se ubicaban a la orilla del río. Mirar cientos de lavanderas a la orilla del río fue un hermoso panorama diario.
Las lavanderas llevaban consigo el paquete de cigarros (puros), para con el humo ahuyentar a los atrevidos zancudos.
Lo pesado se llevaban en caballos
Como aún no circulaban vehículos, las calles Bolívar y 7 de Octubre los fines de semana estaban llenas de cientos de acémilas (caballos), en las cuales los agricultores transportaban el cacao para la venta y regresaban a sus fincas con los víveres.
Por otra parte, la hacienda de don Camilo Arévalo que hoy es la parroquia San Camilo también empezó a poblarse. Para movilidad de los pasajeros, don Camilo construyó un puente de plantillas de madera de balsa, por el cual atravesaban los pasajeros con toda comodidad de lado a lado.
De la manera como se desenvolvía la vida en el naciente Quevedo se podría intuir que la gente tenía condiciones solventes en sus economías, consecuentemente las familias se desarrollaban en un ambiente de tranquilidad y felicidad.