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jueves, 21 noviembre, 2024

El pecado no es espontáneo

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“La mujer lo venció con sus muchas lisonjas; lo persuadió con sus labios zalameros, y el joven se fue enseguida tras ella, como el buey que va al degolladero; como el necio que preso avanza al castigo” (Proverbios 7:21, 22).

Alberto era un joven al que le encantaban las chicas. Le gustaba mucho presumir con sus amigos acerca de sus romances pasajeros. Incluso, no vacilaba en cortejar a dos mujeres al mismo tiempo. A sus veinte años, eso parecía un juego. Pero hay vicios que son difíciles de superar. Y él parecía atrapado en ello. Aun después de casarse sucumbió en algunas ocasiones a la tentación de irse con otras mujeres. Hasta que un día alguien le armó un bochornoso escándalo que acabó con su matrimonio y le hizo perder su empleo.

Una aventura sexual no es un acto espontáneo ni totalmente inesperado. Más bien, es la culminación de una serie de pequeñas tentaciones a las que uno va cediendo paulatinamente. El problema es que muchas veces no percibimos dichas incitaciones y las interpretamos de diferente manera. También es consecuencia del descuido de la vida espiritual, de una relación endeble con Dios, de imitar prácticas deplorables de los incrédulos en nuestro trato con el sexo opuesto, del exceso de confianza y de alimentar la mente con elementos que estimulan la fornicación: películas eróticas, telenovelas, novelas románticas, páginas pornográficas en Internet, música que enciende pasiones, etcétera. Todas esas influencias engrandecen el pecado y lo presentan de manera atractiva, graciosa e inofensiva delante de nuestros sentidos. Poco a poco se teje una sutil telaraña a nuestro alrededor hasta atraparnos por completo en medio de los deseos de la carne.

Cuando nace un “deseo” dentro de nosotros, podemos elegir qué hacer al respecto. Podemos rechazar totalmente su existencia, ya que necesita de nuestra complicidad para existir. No obstante, también podemos hacerle caso, cavilar, fantasear y alimentarlo. Pero si hacemos esto último, si le permitimos circular por las avenidas de nuestra mente, pronto estaremos cediendo nuestras almas. Habremos perdido nuestro libre albedrío y la oportunidad de elegir. Pronto ese deseo va a dominarnos, exigiendo acción y demandando satisfacción. Por eso dice la Biblia: “Cada uno es tentado cuando sus propios malos deseos le arrastran y seducen. Luego, cuando el deseo ha concebido, engendra el pecado; y el pecado, una vez que ha sido consumado, da a luz la muerte” (Santiago 1:14,15, CST).

Ahora es tiempo de alimentar tu mente con influencias edificantes y no con basura que te va a preparar un escenario de futuros problemas. Es necesario que prestes mucha atención a este asunto. Más adelante cosecharás lo que hoy estás sembrando.

El amor

DEVOCIÓN MATUTINA PARA JÓVENES 2018

¡RENUÉVATE!

Alejandro Medina Villarreal

Lecturas devocionales para Jóvenes 2018

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