AUTORA: Gina Kolata
Era un estudio pequeño, con solo 18 pacientes de cáncer rectal, en el que todos tomaron el mismo medicamento. Sin embargo, los resultados fueron sorprendentes. El cáncer desapareció en todos los pacientes y fue indetectable mediante examen físico, endoscopía, tomografía por emisión de positrones (escaneos PET, como se le conoce), así como resonancias magnéticas.
Luis A. Diaz Jr., médico del Centro Oncológico Memorial Sloan Kettering, autor de un artículo publicado en la revista especializada New England Journal of Medicine que detalla los resultados, patrocinados por la farmacéutica GlaxoSmithKline, dijo que no conocía ningún otro estudio en el que un tratamiento hubiera eliminado por completo el cáncer en todos los pacientes.
“Creo que es la primera vez que esto ocurre en la historia del cáncer”, dijo Diaz.
Alan P. Venook, especialista en cáncer colorrectal de la Universidad de California en San Francisco, que no participó en el estudio, dijo que también creía que era una primicia.
Remisión absoluta
Una remisión absoluta en todos los pacientes es algo “inaudito”, dijo.
Estos pacientes con cáncer rectal tenían la opción de someterse a tratamientos extenuantes: quimioterapia, radioterapia y, en la mayoría de los casos, una intervención quirúrgica que podría alterar sus vidas y provocar disfunciones intestinales, urinarias y sexuales. Algunos iban a necesitar bolsas de colostomía.
Las personas participaron en el estudio pensando que, cuando terminara, tendrían que someterse a esos procedimientos porque nadie esperaba que sus tumores desaparecieran.
“Hubo muchas lágrimas de felicidad”, recordó Andrea Cercek, oncóloga del Centro Oncológico Memorial Sloan Kettering y coautora del trabajo, que se presentó el domingo 7 de junio en la reunión anual de la Sociedad Estadounidense de Oncología Clínica.
Otra sorpresa, según Venook, fue que ninguno de los pacientes tuvo complicaciones clínicas significativas.
Inhibidores
En promedio, uno de cada cinco pacientes tiene alguna reacción adversa a los medicamentos como el que tomaron los pacientes, dostarlimab, conocidos como inhibidores de puntos de control inmunitario. El fármaco se administró cada tres semanas durante seis meses y costó unos 11.000 dólares por dosis. Este medicamento expone las células cancerosas, lo que permite que el sistema inmunitario pueda identificarlas y destruirlas.
Aunque la mayoría de las reacciones adversas se controlan con facilidad, entre el tres y el cinco por ciento de los pacientes que toman inhibidores de puntos de control presentan complicaciones más graves que, en algunos casos, provocan debilidad muscular y dificultad para tragar y masticar.
La ausencia de efectos secundarios significativos, dijo Venook, significa que “o bien no trataron a suficientes pacientes o que, de algún modo, estos tipos de cáncer son diferentes”.
Expectativa
En un editorial que acompaña al artículo, Hanna K. Sanoff, del Centro Oncológico Integral Lineberger de la Universidad de Carolina del Norte, que no participó en el estudio, lo calificó de “pequeño pero convincente”. Sin embargo, añadió que aún no se sabe si los pacientes están curados.
“Se sabe muy poco sobre la duración de tiempo necesario para averiguar si una respuesta clínica completa al dostarlimab equivale a una cura”, dijo Sanoff en el editorial.
Kimmie Ng, oncóloga experta en cáncer colorrectal en la Escuela de Medicina de Harvard dijo que si bien los resultados eran “notables” y “sin precedentes”, tendrían que ser replicados.
La inspiración para el estudio
De cáncer rectal surgió de un ensayo clínico que Diaz realizó en 2017, financiado por la farmacéutica Merck. En ese estudio participaron 86 personas con cáncer metastásico en diversas partes del cuerpo. Pero todos los cánceres tenían en común una mutación genética que impedía que las células repararan los daños en el ADN. Estas mutaciones se dan en el cuatro por ciento de los pacientes con cáncer.
Las personas que participaron en ese ensayo tomaron pembrolizumab, un inhibidor de puntos de control fabricado por Merck, hasta por un periodo de dos años. Los tumores se encogieron o estabilizaron en casi una tercera parte o incluso la mitad de los pacientes y vivieron más. Los tumores desaparecieron en el 10 por ciento de los participantes del estudio.
Cuestionamiento
Eso hizo que Cercek y Diaz se preguntaran ¿qué pasaría si el medicamento se usara en un estadio mucho más temprano de la enfermedad, antes de que el cáncer tenga la oportunidad de diseminarse?
Se decidieron por un estudio de pacientes con cáncer rectal localmente avanzado; es decir, con tumores que se habían extendido por el recto y a veces por los ganglios linfáticos, pero no por otros órganos. Cercek había observado que la quimioterapia no ayudaba a una parte de las personas que tenían las mismas mutaciones que afectaban a los pacientes del ensayo de 2017. En vez de reducirse durante el tratamiento, sus tumores rectales crecían.
Quizás, razonaron Cercek y Díaz, la inmunoterapia con un inhibidor de puntos de control permitiría que esos pacientes evitaran tratamientos como la quimioterapia, la radiación y la cirugía.
Diaz empezó a preguntar a las empresas que fabricaban inhibidores de puntos de control si podían patrocinar un ensayo reducido. Las farmacéuticas lo rechazaron, con el argumento de que el estudio era demasiado arriesgado. Él y Cercek querían administrar el fármaco a pacientes que pudieran curarse con los tratamientos estándar. Lo que los investigadores proponían podría permitir que los cánceres crecieran más allá del punto en el que fueran curables.