“El espíritu del hombre es la lámpara del Señor que escudriña los sentimientos más profundos” (Proverbios 20:27)
¿Alguna vez has entrado en una gruta? Es toda una aventura, aunque también puede ser peligroso si no se toman las medidas de prevención necesarias. Recuerdo que hace varios años entré en una gruta en el sureste de México. El lugar tenía dos grandes características: la oscuridad y los mosquitos. No obstante, con la ayuda de una buena linterna resultó un espectáculo muy atractivo. Después de poco más de una hora decidí salir, y cuando el sol empezó a iluminar mi cuerpo, ¡me di cuenta de que estaba lleno de polvo! Dentro de la gruta uno se ensucia, pero no lo percibe debido a la oscuridad. Se aprecia únicamente cuando la luz del sol lo torna evidente.
Nuestro mundo es como una gruta donde abunda la suciedad. El problema es que no somos conscientes de nuestra inmundicia, y decimos a menudo: “Yo no le hago mal a nadie; soy una buena persona”. Somos como el fariseo que llegó a justificarse delante de Dios y exhibir una pretendida santidad. Y es que la gente santurrona en realidad no percibe sus errores porque está muy alejada de Dios. En lugar de compararse con el Padre celestial, se comparan con sus semejantes, a quienes consideran seres espiritualmente inferiores a ellos. Sin embargo, únicamente aquellos que se acercan al Sol de justicia, cuyos rayos revelan las flaquezas y los profundos males del corazón humano, pueden acercarse al Señor sin afanes de grandeza y justificación, sino pronunciando una de las grandes oraciones del genuino creyente: “¡Oh Dios, ten compasión de mí, que soy pecador!”
La gente que es consciente de su verdadera condición espiritual tiene la aprobación divina. Dios no espera infalibilidad en sus hijos, más bien, el reconocimiento de su situación y la sincera súplica por la gracia divina. Por eso, Jesús dijo a los líderes religiosos de Israel: “Os aseguro que los recaudadores de impuestos y las prostitutas van delante de vosotros hacia el reino de Dios” (Mateo 21:31, CST).
Si crees que tu vida está muy lejos del ideal que Dios tiene para ti, si consideras que tu vida espiritual deja mucho que desear y que no tienes valor de presentarte delante de Dios, ¡enhorabuena! ¡No estás lejos del reino de los cié-los! Confiesa tus pecados y reconoce tus deficiencias. Suplica su gracia y pon tu vida en las manos de Dios. Si lo haces, te aseguro que Jesucristo extenderá hoy su manto de justicia sobre ti. Pocas palabras son más dulces a los oídos divinos que aquellas que dicen: “¡Oh Dios, ten compasión de mí, que soy pecador!”
DEVOCIÓN MATUTINA PARA JÓVENES 2018
¡RENUÉVATE!
Alejandro Medina Villarreal
Lecturas devocionales para Jóvenes 2018