“El sabio de corazón hace suyos los mandamientos; el necio de labios acabará por caer” (Proverbios 10:8).
En la Biblia, la experiencia de las personas que en ella aparecen ilustra el poder transformador de la Palabra divina en la conciencia humana. Se trata de la fe cristalizada en la vida de hombres y mujeres semejantes a nosotros: llenos de contradicciones, errores, ambiciones, reacciones y pasiones. No son semidioses alejados de las inclinaciones humanas. Algunas de sus vivencias son semejantes a las que hoy ocurren diariamente. Por lo tanto, si el poder de la fe logró modificar sus vidas, entonces hay esperanza para los que vivimos en el siglo XXI.
Durante mi niñez aprendí a creer en un Dios duro, vengativo y complicado. Me imaginaba el momento en el que yo sería presentado ante el tribunal celestial y, por supuesto, como un niño travieso, sería declarado culpable. De hecho, en una ocasión enfermé y padecí fiebre durante unas horas; todavía recuerdo cómo deliraba pensando que sería presentado ante una especie de tribunal y, aterrado, clamaba al Señor su perdón.
Afortunadamente, el Señor tocó mi vida y empezó su obra en mi conciencia. Mis encuentros con el Padre celestial son las experiencias más significativas que he tenido a lo largo de mi existencia. Paulatinamente, fui descubriendo su carácter, su evangelio, su cariño hacia sus hijos y, por supuesto, su perspectiva acerca del juicio. La fe fue ganando espacio en las avenidas de mi alma. Entonces había llegado el momento de creer en un Dios real, vivo, consciente, amoroso y justo.
Personalmente, estoy maravillado del mecanismo que escogió Dios para redimir, transformar y edificar el carácter del ser humano, a saber, la fe. En realidad, su funcionamiento resulta en un crecimiento notable y profundo en la conciencia. La totalidad de sus dimensiones, tal vez, las conoceremos en el reino de los cielos. Aun así, en este mundo, el Señor ha tenido a bien mostrarnos las manifestaciones de la fe en la conducta y las actitudes humanas, las cuales permiten que la existencia sea mucho más atractiva. Y tales manifestaciones conllevan consecuencias de carácter celestial. ¡Esa es una de las grandes maravillas de la fe! Es por eso que nuestro amado Dios no permitió que naciéramos sin un sentido espiritual en nuestras conciencias y, por lo tanto, nacimos para creer.
Todos tenemos que aprender a creer de manera personal. Los padres nos marcan el camino, pero nosotros tomamos la decisión de creer. La aventura de la fe es única en cada ser humano. Hoy tendrás una oportunidad de aprender a creer. ¡Acepta el desafío!
DEVOCIÓN MATUTINA PARA JÓVENES 2018
¡RENUÉVATE!
Alejandro Medina Villarreal
Lecturas devocionales para Jóvenes 2018