Saulo de Tarso tenía una gran pasión por servir a Dios. Sabemos que su viaje a Damasco estaba motivado por un celo equivocado por Dios. Guardaba estrictamente la letra de la ley de Dios, y tenía el sincero deseo de agradar y servir al Creador. Pero cuando se encontró con Jesús en el camino a Damasco, y se convirtió, su perspectiva cambio, pero su pasión permaneció. Ahora absolutamente toda la vida del apóstol Pablo se centraba en su ardiente deseo de conocer a Jesús y predicar las buenas nuevas del evangelio.
Pablo siempre se esforzaba porque su relación con Jesús fuera lo más íntima posible. Su deseo constante era conocer mejor la muerte y la resurrección de Cristo. Conocer a Jesús es mucho más que tener información suficiente acerca de él. Aunque conocer la Biblia es importante, y memorizarla es muy deseable, se pueden memorizar relatos, información e historias bíblicas y todavía no conocer a Jesús. Pero Jesús dijo que conocer a Dios es sumamente importante. De hecho, en eso consiste poseer la vida eterna: «Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo a quien enviaste» (Juan 17:3). «Un conocimiento experimental y viviente conduce a la vida eterna. No hay salvación en solo conocer, pero tampoco puede haber salvación sin conocimiento (Rom. 10: 13-15). Aquí se define el conocimiento salvador como el que se centra en «el Dios verdadero», en contraste con los dioses falsos, y en Jesucristo. Fue muy notable la ausencia del conocimiento de Jesucristo en la religión de los judíos. En el día final los hombres serán rechazados porque despreciaron el conocimiento esencial» (Comentario bíblico adventista, t. 5, p. 1027).
Conocer a Cristo es amarlo con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma, con toda nuestra mente y con toda nuestra fuerza. Es confiar en él en medio de cualquier circunstancia en que nos encontremos. Es acercarnos confiadamente a él, para «hallar gracia para el oportuno socorro». Nada en la vida tiene verdadero significado sin el conocimiento de Cristo. Solo el conocimiento de Cristo tendrá valor al final. ¡Qué terrible será, para quienes la escuchen, aquella terrible declaración de Jesús: «Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad» (Mat. 7: 23)!
Como dice nuestro texto de hoy: Los cristianos están dispuestos a participar de los padecimientos de Cristo, «a fin de conocerlo». Asegurémonos hoy de que nada sea más importante en nuestra vida que conocer a nuestro Salvador.