“Hijo mío, no desdeñes la corrección del Señor; no te sientas mal cuando te reprenda. El Señor corrige al que ama como lo hace el padre con su hijo amado” [Proverbios 3:11,12).
David nunca se imaginó hasta dónde lo iba a llevar su
entusiasmo por Betsabé. Cuando la vio desnuda desde la terraza del palacio, se
encendió su pasión y sedujo a la esposa de uno de sus guerreros más valientes.
Después dio órdenes para que Urías, un leal soldado y gran admirador del rey,
muriera en combate. Con una desvergüenza propia de quienes han hecho de la
ruindad un rasgo de su carácter, el rey de Israel hizo a Betsabé su mujer. Su
buen nombre, su heroísmo del pasado y su liderazgo se derrumbaron por completo.
Los oficiales del ejército comentaban las nuevas estrategias del monarca para
obtener lo que deseaba. Entre los soldados la indignación era generalizada.
¿Cómo le habían hecho eso a uno de los mejores soldados del ejército hebreo?
Mientras él seguía sonriendo como si nada hubiera ocurrido, todo el pueblo
sabía cómo el rey David se había envilecido. El antiguo pastor de ovejas
trataba de convencerse de que lo sucedido no era tan grave. Pero nadie se
atrevía a encararse con el heroico líder de Israel, el “ungido de Jehová”, el
que los había liberado del yugo filisteo. Además, como buen gobernante, a David
no le gustaba recibir malas noticias, ya que sus reacciones al respecto no eran
precisamente las más deseables. Hasta que un día se presentó el profeta Natán
y, con enorme valor, declaró al poderoso soberano hebreo su pecado delante de
Dios. Natán le hizo ver que se había convertido en un adúltero, asesino, mal
dirigente e indigno de la confianza de su ejército. Si había mostrado tanto
desprecio por uno de sus mejores hombres, ¿qué les podía esperar a los demás?
David se quedó petrificado ante las palabras del profeta. Ninguna reprensión le
dolió tanto. Pero la soportó. Reconoció su pecado, se arrepintió sinceramente y
estuvo dispuesto a enfrentar las duras consecuencias del mismo, entre ellas la
muerte del hijo que tuvo con Bestsabé.
Todos cometemos errores. A nadie le agrada reconocerlos, y menos soportar las
consecuencias. Pero la Biblia dice que el Señor corrige a aquellos que ama. Si
no le importaras, simplemente te dejaría hundirte en tus propios pecados. Sin
embargo, no lo hace. Sigue buscándote porque le interesas de verdad y desea
ayudarte a superar tus dificultades. No te molestes ante sus correcciones ni
desprecies sus palabras. Son por tu bien.
Hoy pide a Dios que te ayude a escuchar atentamente sus amorosas correcciones y
consejos para vivir mejor.
DEVOCIÓN MATUTINA PARA JÓVENES 2018
¡RENUÉVATE!
Alejandro Medina Villarreal
Lecturas devocionales para Jóvenes 2018