“El que encubre sus pecados no prospera; el que los confiesa y se aparta de ellos alcanza la misericordia divina” (Proverbios 28:13).
En diversos momentos de su vida, Martín Lutero enfrentó momentos en que la angustia de la condenación se presentaba en su imaginación y lo paralizaba durante largos periodos. No podía quitarse la carga del pecado y no sabía qué hacer al respecto. Oraba, meditaba y luchaba por ser una buena persona. Pero todo resultaba en vano. Se trataba de accesos de tristeza que apabullaban al gran reformador alemán. Entonces, sucedió algo providencial: “Cuando Lutero creía que todo estaba perdido. Dios le deparó un amigo que le ayudó. El piadoso Staupitz le expuso la Palabra de Dios y le indujo a apartar la mirada de sí mismo, a dejar de contemplar un castigo venidero infinito por haber violado la ley de Dios, y a acudir a Jesús, el Salvador que le perdonaba sus pecados” [El conflicto de los siglos, pp. 132,133).
Johann von Staupitz fue un religioso agustino ermitaño [antes de 1490) y monje benedictino [1522) de una familia noble. Había estudiado en Colonia y Leipzig (Alemania) antes de entrar en el convento de los agustinos ermitaños en Munich, donde sirvió como prior en 1490. Llegó a Tubinga en 1497 y obtuvo el doctorado en teología en 1500. Entonces, fue llamado por el príncipe Federico III como miembro fundador de la Universidad de Sajonia, erigida en 1502. Además, fue el primer decano de la Facultad de Teología y, hasta 1512, profesor de ciencias bíblicas en Wittenberg. Este hombre, dotado de una mente brillante y un corazón generoso, se convertiría en el mejor amigo de Lutero. Cuando vio la sinceridad y el ferviente deseo de servir a Dios de Lutero, en 1507 lo animó a entrar en el sacerdocio y lo llevó a Wittenberg. Por si fuera poco, lo exhortó a estudiar el doctorado en divinidades y a predicar la Palabra de Dios. Estuvo pendiente de sus avances académicos y lo orientó en diversas oportunidades. Escuchó sus inquietudes sobre la salvación por la fe y su oposición a los abusos de Roma. Fue una influencia fundamental en la vida del reformador. Posteriormente, lo protegió en los momentos más álgidos de la contienda con el papado.
Dios tiene muchas formas de reconfortar y orientar a sus hijos. Una de ellas es a través de los amigos. En diversas ocasiones, estos llegan a ser verdaderos mensajeros del cielo que preparan el camino para tomar decisiones complejas, pero necesarias.
Hoy pide al Señor que te ayude a ser una buena influencia para aquellos que te rodean.
DEVOCIÓN MATUTINA PARA JÓVENES 2018
¡RENUÉVATE!
Alejandro Medina Villarreal
Lecturas devocionales para Jóvenes 2018