En el corazón del cantón Mocache, en Ecuador, existe un tesoro de sabor que ha resistido al paso del tiempo: los helados artesanales de Don Javico Bajaña Gutiérrez.
A sus 50 años de edad, Don Javico lleva dos décadas endulzando la vida de su comunidad con una tradición que heredó de su padre y que se ha convertido en un emblema local.
Su historia se remonta a esos días de infancia, cuando junto a su padre, empujaba la carreta que llevaba consigo el frescor de los helados. Hoy, esa misma carreta de madera, convertida en un tanque de sabores, es el epicentro de su negocio, un rincón donde convergen la nostalgia y el presente.
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Lo que distingue a los helados de Don Javico es su pureza. Elaborados a base de esencias naturales, leche, hielo seco y sal en grano, siguen la tradición del helado de paila, sin rastro de saborizantes artificiales.
En cada bocado se percibe el cuidado y la dedicación con la que son preparados, una auténtica explosión de sabores que van desde el clásico coco hasta la exótica naranjilla y las refrescantes rompasas.
El negocio de Don Javico comienza puntualmente a las 10:00 y concluye a las 16:00, aunque la demanda siempre supera la oferta.
No ha calculado el número exacto de clientes que recibe a diario, pero estima vender alrededor de 150 helados, con precios que oscilan entre los 0,25 y los 0,50 centavos de dólar.
Y es que sus helados son mucho más que un simple postre; son un puente generacional, un símbolo de unidad que ha sido saboreado por todas las clases sociales de Mocache. Como él mismo afirma con orgullo, «no hay alguien que no haya comido un helado tradicional de Mocache».
Sin embargo, tras la dulzura de su éxito, se esconde una preocupación profunda. Don Javico revela con tristeza que no hay nadie que pueda continuar su legado si algo le sucediera. «No hay quien aprenda», lamenta.
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En un mundo donde las tradiciones se desvanecen y las oportunidades parecen escasas, Don Javico es un faro de esperanza. Su historia nos recuerda que detrás de cada negocio hay sueños, sacrificios y un inmenso amor por lo que se hace. Y aunque sus helados sean el deleite de Mocache, su verdadero legado es el ejemplo de determinación y pasión que deja a las futuras generaciones.