“El dinero mal ganado pronto se acaba; quien ahorra, poco a poco se enriquece” (Proverbios 13:11, CST).
Lo conocí durante una reunión de jóvenes. Sus ojos todavía mostraban inocencia y su sonrisa dejaba ver que apenas había entrado a la juventud. Hacía unos meses había sido bautizado y ahora quería empezar una nueva vida. El chico, a quien llamaré Juan, había pertenecido a un grupo de sanguinarios criminales que habían causado estragos a la sociedad. El muchacho me contó cómo se fue adentrando en ese mundo, especialmente por el deseo de adquirir dinero fácil, que llegó a manos llenas. Juan conducía un vehículo último modelo como siempre había soñado, se hacía acompañar de mujeres atractivas y se daba todo tipo de lujos. Aparentemente, tenía todo lo que quería. ¡En un tiempo muy breve había obtenido más dinero del que sus padres habían reunido en toda su vida! Sin embargo, se estremeció al ver cómo algunos de sus compañeros murieron en enfrentamientos con la policía o a manos de bandas rivales. Entonces, se dio cuenta de que a él le esperaba un futuro semejante. Un noche, mientras conducía su lujoso automóvil, escuchó una voz que le invitaba a alejarse de todo ese mundo, a la que él contestó:
-Dios, yo he ido demasiado lejos. Lo más seguro es que a mí también me maten.
-Hijo, deja eso en mis manos.
Aquella noche, Juan decidió entregarse a Jesús y abandonar su carrera criminal. De pronto, todo el dinero, los amigos y los lujos se esfumaron. Había sido como despertar de un sueño. Temía por su vida. Entonces me dijo:
-Voy a vivir el tiempo que Dios quiera y lo haré para predicar su Palabra.
Juan empezó a compartir las buenas nuevas de salvación con otros criminales y a sembrar la semilla del evangelio entre personas sumamente peligrosas. Además, aprendió a disfrutar de uno de los más maravillosos dones que el cielo ha dado al ser humano para edificar el carácter: el trabajo.
Es muy peligroso que te dejes deslumbrar por los lujos y la vida que se dan quienes quebrantan las leyes. Lo cierto es que el dinero mal conseguido no tiene la bendición de Dios. El dinero fácil destruye el tesoro más valioso de un joven: su carácter. Por eso, es mejor prosperar con integridad, dependiendo de la bendición del Padre celestial a cada paso y reconociendo su influencia en la vida laboral.
Ruega hoy al Señor que te ayude a ser una persona ahorradora, hacendosa y prudente en las decisiones económicas.
DEVOCIÓN MATUTINA PARA JÓVENES 2018
¡RENUÉVATE!
Alejandro Medina Villarreal
Lecturas devocionales para Jóvenes 2018