“Los labios de la mujer ajena son un abismo, en donde cae el que provoca la ira del Señor” (Proverbios 22:14).
Denis Diderot (1713-1784) dijo que para una sociedad civilizada es más fácil regresar a la barbarie que para una comunidad bárbara avanzar hacia la civilidad. Por lo tanto, son las sociedades desarrolladas las más proclives a cometer los peores actos de salvajismo. Esto es particularmente cierto en cuanto a la moralidad se refiere. Año tras año, los telediarios informan sobre los excesos cometidos por ciertos jóvenes en los centros turísticos con escenas denigrantes para un ser humano (alcohol, drogas, sexo). Lo curioso es que muchos de ellos proceden de países desarrollados. Incluso los lugareños se quedan impresionados por el nivel de perversión que varios exhiben. ¿Acaso se trata de una muestra de los avances del amor o más bien es un regreso a la época de la barbarie?
Hoy se habla de amor por todas partes. ¿Pero de qué clase de amor estamos hablando? ¿Acaso estamos condenados a experimentar relaciones amorosas semisalvajes, donde el instinto y la reacción son la base fundamental y la fuente de la estabilidad? Creo que no. Una fugaz relación amorosa no es la solución a los complejos dilemas del ser humano.
El apóstol Pablo dijo: “Todo me está permitido, pero no todo es para mi bien. Todo me está permitido, pero no dejaré que nada me domine” (1 Corintios 6:12, CST). Muchos no saben usar la libertad que Jesús ganó para nosotros en la cruz del Calvario. El hecho de que algo pueda llevarse a cabo no significa que sea conveniente. Asimismo, dice la Biblia: “Pero el cuerpo no es para la inmoralidad sexual sino para el Señor, y el Señor para el cuerpo” (vers. 13). Así es. Dios no nos ha dado el cuerpo para pervertirlo y degradarlo. Por eso, se nos exhorta: “Huid de la inmoralidad sexual. Todos los demás pecados que una persona comete quedan fuera de su cuerpo; pero el que comete inmoralidades sexuales peca contra su propio cuerpo” (vers. 18). Y es que el cuerpo no nos pertenece: “¿Acaso no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, quien está en vosotros y que habéis recibido de parte de Dios? No sois vosotros vuestros propios dueños; Fuisteis comprados por un precio. Por tanto, honrad con vuestro cuerpo a Dios” (vers. 19, 20).
Pide al Señor que te ayude a respetar tu cuerpo y no envilecerlo con ningún acto degradante. Úsalo para honrar a Dios y servir al prójimo.
DEVOCIÓN MATUTINA PARA JÓVENES 2018
¡RENUÉVATE!
Alejandro Medina Villarreal
Lecturas devocionales para Jóvenes 2018