“Al Señor le repugnan los labios mentirosos; pero le agradan los que dicen la verdad” (Proverbios 12:22).
George C. Parker (1870-1936) es conocido como uno de los engañadores más grandes de la historia de los Estados Unidos de Norteamérica. Hombre carismático y astuto, hizo una gran fortuna estafando a muchos turistas en Nueva York al “venderles” edificios públicos como el puente de Brooklyn (el cual vendió dos veces por semana durante varios años), el Madison Square Garden, el Museo Metropolitano de Arte, la tumba del presidente Grant y la Estatua de la Libertad. Su habilidad para inventar historias, falsificar documentos y persuadir a sus víctimas era verdaderamente asombrosa. Mentía con extraordinaria facilidad. Su carrera delictiva causó un enorme daño a mucha gente que confió en él. Parker fue arrestado por fraude en tres ocasiones. El 17 de diciembre de 1928 fue condenado a cadena perpetua, así que pasó los últimos años de su vida en prisión.
Es muy probable que Parker haya aprendido a mentir cuando era un niño y consolidara el vicio durante su juventud. Seguramente, todo comenzó como un juego, pero luego adquirió mayor importancia. En cierto momento, llegó a justificar sus mentiras y las hizo parte de su forma de vivir y ganar dinero. Y sí, en ocasiones el truco funcionó. Dinero fácil, rápido y sin mucho esfuerzo. Solo había que saber mentir. Lo interesante es que George C. Parker tenía el talento suficiente para convertirse en un brillante empresario, sin embargo, usó los dones que Dios le dio de manera equivocada y pagó el precio.
La mentira es algo que no se puede tolerar en un joven. Todo comienza en casa con la educación de los padres. “Una madre que carece de discernimiento y que no sigue la dirección del Señor, puede educar a sus hijos para ser engañadores e hipócritas. Los rasgos de carácter, estimulados de esta manera, pueden hacerse tan permanentes que mentir será tan natural como respirar. El fingimiento se tomará por sinceridad y realidad” (Conducción del niño, p. 139).
¿Te das cuenta? También los amigos nos enseñan a mentir y nos enmarañan en redes de falsedad de las que luego es difícil librarse. Pero siempre es posible escapar de las mentiras. No participes de ellas ni te acostumbres a levantar falso testimonio. Tarde o temprano te costará muy caro.
Esta mañana te invito a recordar que a Dios no le agradan los labios mentirosos. Si has tomado parte en una mentira, ruega el perdón al Señor y pídele que te ayude a no volver a ser parte de un engaño.
Devoción matutina para jóvenes 2018
¡Renuévate!
Alejandro Medina Villarreal
Lecturas devocionales para Jóvenes 2018