“Al pobre lo odian hasta sus amigos; al rico, todo el mundo lo quiere” (Proverbios 14:20).
Se lo conoce en la Biblia como “el hijo pródigo”. Joven soberbio, insatisfecho y ansioso por comerse el mundo que, a pesar de vivir en un ambiente inmejorable, le exigió un día su padre “la parte que le correspondía” para forjar su propio destino. Extrañamente, su padre le entregó una gran cantidad de dinero, a pesar de que conocía las infortunadas intenciones de su hijo.
Con el dinero en la mano, el joven se sintió el rey del mundo y pronto se vio rodeado de todo tipo de zalameros, vagos y parásitos que afirmaban ser sus amigos. Las fiestas y jolgorios no paraban. Todos los asistentes alababan la esplendidez e “inteligencia” del magnánimo patrocinador de sus verbenas. ¡Eso sí que era disfrutar de la vida! ¡Fiestas, vino, mujeres! ¡Completa libertad! ¡Nada de restricciones ni de reglas!
Todo parecía perfecto. Pero un día, el gerente del banco tocó a la puerta de la morada de nuestro protagonista, quien salió a recibirlo con el rostro amodorrado. Entonces, amablemente informó a su cliente sobre la cantidad de gastos que estaba realizando, lo cual comenzaba a ser preocupante. El joven miró con desprecio al administrador y le agradeció la información. Pero no cambió su estilo de vida ni sus despilfarras. El gerente no volvió a visitarlo. Tiempo después recibió una notificación del banco informando falta de saldo. Después llegarían los acreedores a cobrar puntualmente a su casa. Lo echaron de su residencia, y le quitaron sus vestidos costosos y sus lujosas joyas.
¡Pero tenía muchos amigos! Así que fue a buscarlos para recuperar el dinero que les había prestado a algunos y para pedir un poco a otros. Sin embargo, fue motivo de burlas por parte de todos. Incluso hubo quien lo insultó y manifestó su profundo desprecio hacia él. ¿Qué había pasado con la amistad que todos le habían profesado? Era falsa. Entonces, se vio obligado a ejercer una actividad que le resultaba extraña: trabajar. Dicha labor le fue muy difícil de cumplir, dada su poca práctica, lo cual lo condujo a ser constantemente humillado y vilipendiado.
¿Qué clase de amigo eres tú? ¿Qué buscas en tus amigos? ¿Acaso pretendes sacar beneficio de su amistad? ¿Cómo te portas con ellos cuando necesitan tu ayuda? Las verdaderas amistades no se construyen a partir de algún tipo de interés. Además, una buena señal de madurez emocional incluye la capacidad de consolidar amistades genuinas.
Este día pide al Señor que te ayude a ser genuino en tu amistad.
DEVOCIÓN MATUTINA PARA JÓVENES 2018
¡RENUÉVATE!
Alejandro Medina Villarreal
Lecturas devocionales para Jóvenes 2018