Redacción/Belford Cerna.- El corazón de sus familiares y de sus amigos más cercanos es, desde la noche del miércoles, un cristal roto difícil de recomponer.
Vilma Aspiazu Montoya coloreaba una vida llena de alegrías y de sueños, que en un santiamén «manos asesinas» truncaron.
El destello de su sonrisa quedará atado por siempre en la memoria de quienes no la olvidarán a pesar de su muerte terrenal.
Se espera que este vil crimen no sea un caso más de aquellos tantos que ensanchan las estadísticas de la impunidad.
La joven fue acribillada junto a su novio, Manuel Zambrano la noche del miércoles en Quevedo. Sus padres pensaban que estaba en clases, Guayaquil ciudad que estaba radicada por sus estudios de derecho.