“La dieta nos está matando”
Tu madre tiene razón cuando te dice que te comas las arvejas.
En uno de los estudios más extensos de datos sobre los hábitos alimentarios y la longevidad en el mundo, unos investigadores descubrieron que consumir verduras, frutas, pescado y granos enteros estaba sumamente relacionado con la longevidad, y que la gente que escatimaba en esos alimentos saludables tenía más probabilidades de fallecer de manera prematura.
El estudio, publicado el 3 de abril en la revista británica The Lancet, concluyó que una quinta parte de los fallecimientos en todo el mundo se relacionaba con una alimentación deficiente (es decir, dietas que no incluyen suficientes verduras frescas, semillas y nueces, pero que son abundantes en azúcar, sal y grasas trans).
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“Estas cifras son verdaderamente alarmantes”, comentó Francesco Branca, el principal nutricionista de la Organización Mundial de la Salud, que no estuvo involucrado en el estudio. “Esto debería ser una llamada de atención para todo el mundo”.
El estudio, que fue financiado por la Fundación Bill & Melinda Gates, abarcó información acerca de los hábitos alimenticios entre 1990 y 2017 y rastreó el consumo de quince categorías de alimentos, incluyendo la leche, la carne procesada, los mariscos, el sodio y la fibra. Los investigadores analizaron información de 195 países y descubrieron que Papúa Nueva Guinea, Afganistán y las Islas Marshall tuvieron la mayor proporción de fallecimientos relacionados con los hábitos alimentarios, mientras que Francia, España y Perú tuvieron algunos de los índices más bajos. Estados Unidos quedó en el lugar 43. China estuvo entre los peores países, pues quedó en el lugar 140.
El estudio reveló una diferencia de diez veces entre los países con los índices más altos y más bajos de fallecimientos relacionados con la alimentación. Por ejemplo, Uzbekistán presentó 892 muertes por cada cien mil habitantes, en comparación con las 89 en Israel.
Más allá de su conclusión aleccionadora, el estudio cobró relevancia por sus formulaciones: en lugar de intimidar a las personas para que reduzcan su consumo de grasas y azúcares, que están correlacionadas con enfermedades y muerte prematura, los autores determinaron que añadir alimentos más saludables a la alimentación en todo el mundo era la manera más efectiva de reducir el índice de mortalidad.