“Quien es chismoso da a conocer el secreto; quien es ecuánime es también reservado” (Proverbios 11:13).
Había una vez una rana que estaba sentada a la orilla de un río. De pronto, se le acercó un escorpión y le dijo:
-Oye, yo necesito cruzar el río. ¿Podrías llevarme en tu espalda?
-De ninguna manera -respondió la rana-. Si te llevo en mi espalda, me picarás y moriré.
El escorpión la miró sonriente y le dijo:
-No seas ingenua. Si te pico, nos hundiremos ambos y moriremos.
A la rana le pareció razonable la argumentación del escorpión y accedió a llevarlo sobre sus espaldas. Pero cuando iban a la mitad del trayecto, el escorpión picó a la rana.
-¡Qué has hecho! ¡Ahora ambos moriremos!
El escorpión respondió:
-Lo lamento. Es mi naturaleza. No pude evitarlo.
Algo similar sucede con un chismoso. Le resulta casi imposible guardar un secreto. Así que por más promesas que haga de no revelar algo, finalmente sucumbirá a la tentación. Además, es muy probable que aumente la versión aderezando sus comentarios con algunas interpretaciones personales. El chismoso acostumbra propagar rumores infundados, sembrar discordia con sus comentarios venenosos y hablar sin pensar.
La Biblia considera el chisme como un atentado a la vida de los demás: “No propagues chismes entre tu pueblo. No atentes contra la vida de tu prójimo. Yo soy el Señor” (Levítico 19:16). De modo que la lengua llega a convertirse en un arma mortal en los labios de un cotilla. Un comentario imprudente puede llegar a provocar la ruina de los demás, al punto de poner en riesgo su vida.
Ahora bien, si sabes que alguien es chismoso, ¿para qué te juntas con esa persona? Los chismosos viven de “comer prójimo”. Tal como le ocurrió a la rana, tarde o temprano revelarán su verdadera naturaleza y te meterán en problemas.
El chisme es un vicio inaceptable entre jóvenes cristianos. No lo desarrolles bajo ninguna circunstancia. Si lo haces, alejarás a personas valiosas de tu vida y te rodearás de gente indeseable. Si este es tu caso, aléjate inmediatamente de los chismosos, pide a Dios el perdón de tus pecados y entrégale tu vida. En Cristo hay poder para transformar tu corazón y cambiar tu existencia (Ezequiel 36:25-27).
Dios nos ha dado la lengua para edificar la vida de los demás y proclamar la esperanza del evangelio. No destruyas el bendito don que has recibido. Adquiere el hábito de la prudencia al hablar y no emitir juicios sobre los demás.
Devoción matutina para jóvenes 2018
¡Renuévate!
Alejandro Medina Villarreal
Lecturas devocionales para Jóvenes 2018