Hace 4 años, a Jeison José (nombre protegido) le cambió la vida para siempre: al salir de un bar donde trabajaba en el centro de Nobol, provincia de Guayas, sujetos sin identificar lo raptaron, drogaron y le amputaron con un machete el pene de un solo tajo. Dice que “por equivocación”.
Desde entonces a esta parte, la investigación por la agresión se quedó estancada. Nunca se aclaró por qué le hicieron semejante mal ni mucho menos quién ordenó cometer la grave acción que lo tiene prácticamente dependiente de los suyos.
El domingo 14 de abril se cumplió un año más de la brutal agresión. “No tengo rencor con nadie. Me aferro a la voluntad y a la misericordia de Dios”, dijo el hombre, de 30 años, como tratando de olvidar esa noche de abril de 2015, cuando en la oscuridad lo interceptaron un vehículo y una moto y se lo llevaron secuestrado hasta un sitio que no recuerda.
Solo trae a su memoria que al otro día lo encontraron inconsciente y sangrando abundantemente al lado de una carretera cercana a Nobol.
“Siempre pienso que se equivocaron, pero enterré esto porque la vida continúa. Trato de superar ese trauma que a nadie se lo deseo”, dijo con tristeza este joven que prefiere ocultar la identidad. Suficiente tiene con contar lo que vivió -y vive- en carne propia.
A pesar de los esfuerzos de los facultativos no se pudieron hacer funcionales sus partes íntimas. Ahora solo puede orinar usando una sonda que le drena el líquido desde la vejiga.
“Cada mes me tengo que aplicar una inyección para el control de hormonas. Desde este mes recién el hospital de Daule me la da gratis. Anteriormente la compraba a cinco dólares. De por vida tengo que suministrármela”, dijo. Periódicamente acude a las citas médicas con los expertos que lo tratan de su grave padecimiento.
¡ANHELA UN TRABAJO!
Con fe Jeison trata de superar la pesadilla. Ahora pasa la mayor parte de su tiempo realizando sus tareas del segundo semestre de Tecnología en Informática.
“Mi sueño es convertirme en un profesional porque no me siento discapacitado”, acotó el universitario desde el sofá que usa diariamente.
“Me han ayudado muchísimos los médicos y sicólogos y ahora me concentró en mis estudios para recompensar todo lo que han hecho mis padres y mi familia por mí”, aseguró.
“Gracias a mis papás estudio”, dijo mientras se capacita. Por eso pidió que alguna institución lo ayude para poder trabajar.
Todos estos años ha tratado de tener un empleo estable, pero no ha podido por su dolencia. Lo requiere de urgencia para seguir solventando sus gastos.
Jeison recibe los cuidados de su mamá, de 78 años, quien todos los días le lleva un estricto control con los alimentos.
“No puede servirse cualquier clase de comida”, expresó la mamá, quien afirma que los 50 dólares que recibe del bono no le alcanzan.
El padre, de 70 años, con su labor de pescador, también trata de costearle los gastos de sus estudios, pero es insuficiente. Ellos apelan a una mano solidaria.
Diario Extra