La sociedad ecuatoriana sigue conmocionada por el brutal asesinato de cuatro niños en Guayaquil, cuyos cuerpos fueron encontrados calcinados y mutilados tras un operativo militar.
Las familias de las víctimas, lejos de encontrar consuelo, viven sumidas en el dolor y la indignación, exigiendo una investigación exhaustiva y transparente que esclarezca los hechos y castigue a los responsables.
Los hermanos Ismael y Josué Arroyo, Saúl Arboleda y Steven Medina, de entre 11 y 15 años, fueron detenidos por militares el pasado 8 de diciembre y sus cuerpos sin vida fueron hallados semanas después en una zona pantanosa.
La brutalidad con la que fueron asesinados ha conmocionado al país y ha generado una ola de protestas y demandas de justicia.
Dudas sobre las pruebas de ADN
Las familias de las víctimas han expresado serias dudas sobre la rapidez con la que se realizaron las pruebas de ADN para identificar los cuerpos, y han solicitado que se realicen nuevas pruebas en laboratorios internacionales.
Según los familiares, el estado de los cuerpos, completamente calcinados y mutilados, hace dudar de la certeza de los resultados obtenidos.
«No confiamos en las pruebas que se hicieron aquí. Queremos que expertos internacionales analicen los restos de nuestros hijos para tener la certeza de que son ellos», afirmó un familiar, quien ha denunciado el estado de descomposición en el que fueron encontrados los cuerpos.
Demanda de justicia internacional
Ante la falta de confianza en las instituciones ecuatorianas, las familias de las víctimas están considerando presentar una demanda internacional en busca de justicia.
Además, exigen que se reformulen los cargos contra los 16 militares detenidos, incluyendo el delito de desaparición forzada.
«No vamos a descansar hasta que se haga justicia. Queremos que el mundo entero sepa lo que sucedió y que los responsables paguen por lo que hicieron», aseguró