Pide no ser identificada, ‘María’ tiene apenas 26 años, delgada, alta y bronceada, cualquiera pensaría que se trata de una joven universitaria, que se ‘para’ en una esquina para esperar un taxi, pero no es así.
Es temprano en la mañana, viste una licra negra y una blusa con escote que deja ver sus tatuajes que son los nombres de sus hijos, arriba del pecho. No le llega ningún cliente y fue momento propicio para dialogar.
“Cuando tenía 19 años quedé embaraza en el colegio y mis padres me negaron la oportunidad de seguir estudiando, me botaron de la casa (…) mi primer bebe lo tuve sola, el padre no quiso hacerse cargo y mi familia no me apoyó ni en el subcentro”, contó.
La falta de ingresos para comprar los pañales, leches y todo lo que necesitaba su primer hijo, fueron las causas que la llevaron a tomar esta decisión: trabajar en un prostíbulo.
Así empezó su vida ‘laboral’ con tan sólo 19 años, los días transcurrían, las horas de trabajo eran ininterrumpidamente, a veces en las madrugadas, en las mañanas, tardes y noches, sin descanso, eso la obligó a no ver a su hijo por largos ratos.
“Que sea trabajadora sexual no significa que me guste esta vida, lo hago por necesidad, no por un gusto. Yo estudié hasta sexto año, ‘pisé’ un colegio, tengo estudios secundarios y hay mujeres que lo hacemos por necesidad, no por falta de conocimiento”, dijo.
El trabajo sin descanso en el prostíbulo se agravó, tenía que estar bajo la sombra de lo que digan sus jefes y no podía seguir así. Quería ganar dinero para su hijo y no ser una esclava. Se retiró y decidió hacerlo por su cuenta.
Ahora recorre algunos lugares ofreciendo sus servicios en los parques y lugares concurridos. Quinindé, Santo Domingo y Quevedo son sus destinos más frecuentes.
“Uno tiene que correr el riesgo pero en todos los lugares hay mujeres que te quieren pegar, te quieren botar o no les gustan que trabajen en lugares donde ellas trabajan”, contó.
No es fácil ser trabajadora sexual como muchos ciudadanos piensan: “se dedicó a la vida fácil, pero no es así, acostarse con uno y con otro por dinero… ellos (los clientes) descargan todo con nosotros, una vez un hombre se sirvió de mi cuerpo y no me quiso pagar, casi me mata cuando le cobré, me golpeó”, contó.
Además de las amenazas, el día a día de ‘María’ son miradas de desprecio, cuando la ven hablando con un hombre en una esquina. A veces no se dan cuenta que trabaja de esa forma, pero cuando ven ese escenario, escucha malos comentarios. “Mira esa tal y cual, y no saben que hay sacrificio”.
Tuvo otro compromiso hace unos años, pero el hombre la dejó al enterarse de su carrera, dice que tiene esperanzas de cambiar, “que nada es para siempre, trato de darle a mis hijos lo que yo no tuve en mi niñez”, finalizó. (EHL)