“En el campo de los pobres hay mucha comida, pero se pierde cuando no se imparte justicia” (Proverbios 13:23).
El índice de Pobreza Multidimensional (IPM) es un catálogo de pobreza estadístico sobre la situación de las personas por países elaborado por el Programa Nacional de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). El IPM utiliza diez parámetros divididos en tres bloques: educación (años de escolarización [si hay acceso, si ningún miembro del hogar ha completado cinco años de escolaridad]; niños escolarizados [si los niños en edad escolar no asisten a la escuela]); salud (mortalidad infantil, nutrición); y calidad de vida (si el hogar tiene electricidad, un baño con condiciones suficientes o si es compartido y cuenta con agua potable, así como las condiciones del suelo [arena, tierra], si se cocina con leña, carbón o estiércol y, finalmente, los bienes [radio, televisión, teléfono, bicicleta o moto]). De acuerdo con el PNUD, uno de cada cinco habitantes del mundo vive en situación de pobreza.
¿Qué marca la diferencia entre una sociedad próspera y una pobre? ¿Acaso es la antigüedad del país, los recursos naturales con los que cuenta, la capacidad intelectual o la etnia de sus ciudadanos? No es así. Hoy existen países ricos que no cuentan con petróleo ni aparentemente tienen un pasado glorioso, ni sus habitantes pertenecen a una etnia superior. En cambio, hay otras naciones que, a pesar de tener enormes recursos naturales (tal como dice el texto bíblico de esta mañana), no los aprovechan por falta de justicia. Eso significa que uno de los factores determinantes de la pobreza también incluye el elemento moral como principio básico. En las sociedades más prósperas se observan, en una buena parte de sus ciudadanos, el orden y la limpieza, la honradez, la puntualidad, la responsabilidad, el deseo de superación, el respeto a la ley y los reglamentos, la consideración hacia el derecho de los demás, una actitud positiva hacia el trabajo, así como el interés por el ahorro y la inversión. Además, las sociedades que tienen una perspectiva positiva de su futuro tienden a ser más prósperas.
Nunca olvidaré las palabras de un analista financiero que, refiriéndose a algunos países que tenían abundantes reservas de petróleo, dijo: “Ellos nunca serán ricos porque tienen la pobreza en la cabeza”. Es cierto. La riqueza no solamente se reduce a la cuestión económica, más bien, conlleva la cuestión educativa, es decir, la adquisición de una serie de elementos que favorecen el bienestar integral de una sociedad. Pero cuando no existe la justicia y prevalece la corrupción, la inmoralidad, el despilfarro y la impunidad, no hay riqueza que pueda subsistir.
Este día pídele a Dios que te ayude a desarrollar los hábitos que favorecen la prosperidad. Así, cuando el dinero llegue, sabrás aprovecharlo en tu vida.
DEVOCIÓN MATUTINA PARA JÓVENES 2018
¡RENUÉVATE!
Alejandro Medina Villarreal
Lecturas devocionales para Jóvenes 2018