BABAHOYO. Francisco Anselmo Ordóñez Tinoco, más conocido como ‘Pueblo’, se ha ganado el cariño, aprecio y respeto de más de 40 comunidades en la zona rural de Babahoyo y Samborondón.
Su área de venta fue en el muelle de Babahoyo, donde llegaban canoas con motor fuera de borda, desde diferentes recintos. Él se desplazaba a cada uno de esos lugares durante la semana, allí cosechó grandes amistades.
En ese tiempo, había gente que no salía de las comunidades y con él encargaban muchos mandados.
Sobrenombre
El apodo de “Pueblo” nació cuando las personas necesitaban cobrar el bono de desarrollo humano y le pedían a él que hiciera los cobros y les lleve el dinero hasta los recintos.
“Al ver la gente que yo les hacía ese favor, sin pedir ni un sucre a cambio, me pusieron ‘Pueblo’. Desde allí en la zona de Ecuavegetal me conocen todos como el panadero ‘Pueblo’ ”, relata don Anselmo.
Comenta que no tiene problemas con dejar fiado sus panes y en algunos casos regalarlo cuando alguien le cuenta que no ha comido, tiene hambre y no tiene dinero. “Yo no me complico ni me fijo en esos detalles, errantes somos y en cualquier rato vamos a necesitar de alguien, hay que ser buena gente”, afirma convencido.
Trayectoria
Hace 45 años pisó Babahoyo desde la provincia de El Oro, le gustó esta ciudad y decidió quedarse. Aquí ha hecho el resto de su vida, tiene tres hijos. El mayor es comerciante de plásticos el segundo sigue sus pasos y su último hijo cursa el segundo año de la universidad.
A sus 20 años tuvo su primer trabajo como ayudante en panadería en la conocida Flor de la Canela, sólo limpiaba las latas donde se horneaban los panes. Sin embargo, de ver todos los días la preparación de los panes, poco a poco aprendió el arte.
“Decidí reunir dinero para comprar mi primer horno, porque ya me sentía capacitado para empezar mi propio negocio. Así fue, me compré un horno en 1 millón 500 mil sucres y me independicé”, narra pueblo; desde allí empieza su travesía.
Actualmente tiene 65 años, los mismos que le han pintado algunas canas, pero su jovialidad no ha terminado, sigue vendiendo en el mismo lugar donde comenzó, en el muelle de Babahoyo, entre las calles 27 de Mayo y Calderón.