«Entonces todos los que estaban sentados en el Concilio, al fijar los ojos en él, vieron su rostro como el rostro de un ángel» (Hechos 6:15).
Saulo tenía un pasado que lo condenaba y lo descartaba totalmente para ser un buen cristiano. Su nombre significaba «Aquel que fue deseado o pedido insistentemente». Lejos estaba de cumplir los sueños de sus padres, y menos los de Dios. Nació en una ciudad gentil, era ciudadano romano y educado en Jerusalén por uno de los más eminentes rabinos, llamado Gamaliel. Saulo se presentaba a sí mismo como hebreo, fariseo, perseguidor de la iglesia e irreprochable (Fil. 3:5, 6).
Saulo también había depositado toda su expectativa en la venida del Mesías, pero, chasqueado, después de la muerte de Cristo se unió a los sacerdotes y los príncipes para perseguir y terminar con los seguidores de Jesús. Los dirigentes judíos habían supuesto que la nueva fe y el entusiasmo de los cristianos cesarían al clavar a Cristo en la cruz. Sin embargo, las escenas del Pentecostés y las posteriores mostraban una iglesia activa y poderosa.
Saulo se volvió un acérrimo defensor de las doctrinas defendidas por los fariseos, y dedicó todas sus energías a conducir a los cristianos a los tribunales, a la cárcel y a la muerte. Sin embargo, ni las amenazas, ni las prohibiciones ni los castigos parecían suficientes para apagar tanto fuego que ardía en el corazón de los nuevos creyentes. Hasta la persecución fue un recurso de difusión del evangelio.
Así, un siervo valiente y comprometido como Esteban, lleno de gracia y poder, haciendo prodigios, fue mal juzgado por blasfemia contra Dios, injustamente sentenciado y, finalmente, apedreado. La muerte de Esteban pareció una derrota, pero Dios siempre escribe derecho sobre líneas torcidas. Su vida, sus últimas palabras, su semblante, sus gestos y su compromiso con la verdad conmovieron a muchos, incluso a Saulo. Y Dios transformó la aparente derrota en una resonante victoria.
Dejamos atrás un año marcado por la pandemia y sus consecuencias: pérdida de vidas, recursos, trabajo, lo que generó dolor, angustia y sufrimientos como nunca. Al empezar este nuevo año, tu vida puede estar cargada de prejuicios, miedos, fracasos, tristezas, culpas y sueños no alcanzados. No te angusties. Como a Saulo, Dios quiere darte nuevas oportunidades. Como Esteban, mira hacia arriba, porque allí está la clave para obtener la paz y la victoria.
Inicia estos nuevos doce meses buscando a Jesús. Recibe como propias las palabras de Elena de White para su hijo Edson:
«Descansa constantemente en tu Salvador; ve a él en busca de sabiduría, de valor, de firmeza de propósitos y para todo cuando necesites« (Carta 3, del 12 de mayo de 1877).