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viernes, 7 febrero, 2025

Quevedeña y su familia huyeron de la inseguridad rumbo a Estados Unidos. El drama tras su sueño americano 

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Quevedo. Las duras políticas de Donald Trump, presidente de Estados Unidos (EE.UU.), desmoronaron las emociones y el sueño americano de miles de ecuatorianos. Su discurso ‘antiinmigrante’ causó miedo e incertidumbre a quienes ya están en ese país. 

Aunque estas historias parezcan lejanas para muchos, personas de los alrededores se han ido, y han callado sin contar el calvario, la angustia que viven, antes, durante y después de llegar al país norteamericano. ALDIA conversó con una quevedeña en Estados Unidos que narra su historia como migrante indocumentada.

Melissa es una migrante indocumentada que vive en Nueva York; ella, su esposo y su hijo de un año vivían en Quevedo en un lugar tranquilo. Su esposo trabajaba como barbero y le iba bien, pero cuando estalló la violencia en el país comenzaron los temores.

Dice que la inseguridad y los problemas económicos fueron lo que la motivaron a ella y a su familia a buscar el sueño americano. Su marido era barbero, pero empezaron a tener miedo debido a varios sucesos ocurridos en la ciudad en los que los barberos fueron víctimas colaterales de sicarios. Él dejó de trabajar por un tiempo y ella comenzó a buscar trabajo, sin embargo, la suerte no le sonrió y no pudo conseguir empleo. 

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“Tenía conocidos barberos, y los mataban cuando cortaban el pelo, venían a la barbería y los mataban, a veces no conoces a los clientes, son víctimas colaterales, gente inocente, ese era el miedo”, dijo. 

Y como era de esperarse, los hijos tienen hambre, y no es posible pasar mucho tiempo sin trabajar, trabajar bajo el miedo, el terror, no era una opción viable. Así que Melissa y su marido decidieron migrar, pidiendo dinero prestado, viendo en el sueño americano una oportunidad de mejorar la vida de su primogénito. 

El trayecto

El viaje de Ecuador a Estados Unidos no fue fácil, muchas preguntas, dudas y cuestionamientos sobre esta decisión inundaban la cabeza. ¿Seremos presos? ¿Qué pasará si no llegamos? ¿Cómo vamos a comer? ¿Y si nos enfermamos? Una vez allí, ¿qué haremos? son algunas de las preguntas que Melissa le hizo a su marido antes de partir. 

Tras obtener los pasaportes, Melissa y su familia viajaron en avión a El Salvador, un país donde a los ecuatorianos no se les exige VISA para viajar. Desde allí, tuvieron que amarrarse los zapatos porque el viaje iba a ser por tierra, llueva o haga sol. 

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Caminando, en combis, escondidos, junto con su hijito de 1 año, y otras personas, llegaron a la frontera entre México y Estados Unidos, era hora de comenzar la parte más difícil del viaje, pasar esa frontera significaba o regresar al país y enfrentar la realidad en Ecuador, o ir a Estados Unidos, y comenzar una nueva vida. Y decidieron cruzar.

Pero no es tan sencillo ‘cruzar’, para cruzar en ese lugar tan peligroso, necesitaban pagar un guía, ya que el lugar está sometido por las mafias, y si no vas acompañado, te pueden secuestrar o matar en ese trayecto. Melissa y su familia pagaron 1.500 dólares por cabeza, es decir, 4.500 dólares al “coyotero” como se les conoce, una persona que “te cruza”, cueste lo que cueste, se quede quien se quede.  

“Fue muy feo, porque estás con el miedo de que te secuestren, te coja la Guardia Nacional de México y te regresen, en ese tiempo robaban mucho, la gente se aprovecha que uno tenía necesidad y estaban también los precios elevados. Pasamos caminando con unas 500 personas más”, contó. 

Dice que no se puede confiar en nadie, y que en estos grupos de personas hay gente que busca el mal (tráfico de personas) niños, jóvenes, adultos, mujeres embarazadas, todo se puede encontrar en este grupo de personas que buscan alcanzar el sueño americano.

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Llegada

A pesar de lo difícil que fue cruzar la zona divisoria, lo lograron, en ese entonces las políticas de Joe Biden sobre migración no eran tan severas, así que Melissa cuenta que llegaron a un albergue en Arizona, en tiendas de campaña, lo que se conoce como cárceles, y ahí permanecieron dos días, hasta que las autoridades revisaron su estatus y aceptaron su ingreso.

“En ese momento, desde que cruzas a Estados Unidos son un poco más humanos, te dan comida, te dan ropa, nos llevaron a un refugio en carro, y luego al aeropuerto, nuestro destino era Nueva York”, contó. 

Aunque les aprobaron el asilo y se sintieron más tranquilos, estaban nerviosos, porque si no los aprobaban serían deportados, sin embargo, ese día la suerte estuvo de su lado y les aceptaron. Aún así, no sabían qué hacer una vez allí y empezaron a buscar amigos que les ayudaran a encontrar un trabajo, sobre todo para pagar sus deudas, y para encontrar un lugar donde vivir. 

Su esposo consiguió trabajo en una barbería, dijo que también han tenido apoyo de ONGs, y del gobierno a través de los programas, pero con la llegada de Trump, algunos han desaparecido. Están todo el día trabajando, y tras la llegada de la extrema derecha al poder, tienen limitadas las salidas, tienen miedo de ser deportados, aunque tengan el asilo aprobado hasta mayo de 2026. 

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“Se nota la diferencia, ya no se ve tanta gente por la calle, antes salías y veías mucha gente en los centros comerciales o en las calles, en las estaciones de tren, ahora no se ve mucho, todo está vacío, lo que sí se ven son muchos policías, aunque no te dicen nada, sólo te miran fijamente, pero no te preguntan nada, pero sí, hay bastante diferencia, todo está vacío”, dijo. 

Ese año y medio en Estados Unidos, tuvo una hija pequeña que consiguió las dos nacionalidades, pero para que todos tengan papeles necesita que el bebé tenga 21 años, es decir, años después. Dijo no tener mucho conocimiento legal, pero que están más tranquilos con el asilo.

También aseguró que no los han discriminado, y gracias a Dios no los han engañado, pero si siente que hay una rivalidad entre latinos que tienen miedo de perder su trabajo por otros, es como una competencia. También que varios de sus amigos se han ido, los han deportado. 

Ella no recomienda emigrar ahora porque la mayoría de las ayudas ya no existen, hay un discurso de criminalización de los migrantes, de que todos los migrantes son criminales, también porque el viaje y la llegada no es fácil, es de lucha y coraje.

Miles de ecuatorianos y con ello, quevedeños, han abandonado el país en los últimos años a causa de la inseguridad, la economía y otros problemas, en busca de pan, de una vida mejor para sus familias. No importan los peligros, ellos quieren llegar a vivir mejor, llegan con esperanza de cumplir sus sueños, pero al final del día, no todo es un cuento de hadas. 

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