El sonido de la máquina de coser de Luis Proaño se pierde entre la multitud. Él es un conocido sastre que levanta su negocio todas las mañanas en la calle 7 de Octubre y Los Álamos.
¡Maestro!, ¡Maestrito!, le dicen quienes lo conocen, es un personaje muy popular, lleva 50 años cosiendo pantalones, remendando botones, cierres y cualquier otro tipo de costura para sostenerse económicamente.
Hace 20 años alquilaba un pequeño espacio en la misma calle, pero la económica y debido a que poco a poco este negocio está perdiendo popularidad, tuvo que entregarlo.
El costurero aprendió el arte a los 14 años, fue aprendiz y maestro de muchos, incluso de sus hijos. Comentó que de joven quería ser ingeniero mecánico, pero sus padres no tenían dinero y lo convencieron de trabajar. “Mi papá me dijo que mejor aprenda un oficio en vez de estar de empleado público, mandados de otros (…) Él era agricultor”, contó.
Su máquina de coser, es su mejor amiga, lo acompaña desde que empezó en el mundo de la costura. “Me costó 1.500 sucres a plazo, cuando inicié a trabajar, conseguí para comprarla, la silla me costó 4.500 sucres”, dijo.
Agregó que las épocas de antes eran las de las “vacas gordas” y que ahora el negocio está perdiendo su tradición. Él gana entre 10 a 15 diarios.
Espera que con el tiempo esta tradición no se pierda, existen algunos sastres más jóvenes, de 35 años, que se dedican a este negocio en otras esquinas. (EHL)