BABAHOYO. En el pintoresco escenario de Babahoyo, donde la vida fluye al ritmo de las aguas de varios ríos que bañan las riveras de la ciudad capital, emerge la figura de Roberto Mantilla León.
ES un ciudadano de 47 años cuyo nombre se ha transformado en sinónimo de éxito y dedicación en el mundo del transporte.
Su historia es una narración fascinante que se entreteje con las calles y carreteras de esta ciudad ribereña, donde el entusiasmo por la movilidad y la mecánica lo ha trasladado a alcanzar alturas sorprendentes.
Desde una edad temprana, la inquietud de Roberto por los vehículos y su funcionamiento se hizo notorio, mientras otros infantes jugaban con juguetes, él desarmaba diminutos motores e indagaba cómo funcionaban.
Esta atracción y curiosidad innata de inmediato se convirtió en un fervor ardoroso que lo conduciría a transitar un camino importante en el mundo del transporte.
Su primer paso en esta aventura fue la adquisición de un modesto taxi, un vehículo antiguo que solicitaba una dosis generosa de habilidad y esfuerzo para ponerlo en funcionamiento.
Con constancia y persistencia, Roberto se convirtió en un taxista respetado, distinguido por su gentileza y su atención a los detalles, sus pasajeros no solo conseguían llegar a sus destinos, sino que también gozaban de un viaje seguro y placentero.
Con el transcurso del tiempo, la flota de taxis de Roberto progresó, y su notoriedad como conductor dedicado se consolidó; sin embargo, su espíritu inquieto lo indujo a explorar nuevos horizontes en el vasto mundo del transporte.
Fue entonces cuando decidió unirse a la Cooperativa de Transporte Fluminense, una decisión que sellaría un nuevo capítulo en su carrera; en la cooperativa, Roberto continuó destacándose por su compromiso con la seguridad y la satisfacción de los pasajeros.
Su bus se convirtió en un refugio placentero en medio del ajetreo y el bullicio de Babahoyo, fundamentalmente para los estudiantes que depositaban su confianza en su servicio para llegar a sus destinos educativos; la característica sonrisa de Roberto y su trato cordial se convirtieron en rasgos específicos de sus viajes.
El número 37 y el nombre pecador ha sido el disco y nombre que siempre ha sellado a sus unidades. Cuenta que el nombre de pecador, nace cuando compraron una transporte Amaguaña en Quito, y al traerlo a Babahoyo se fijaron que el número chasis no correspondía a los papeles originales, desde entonces se convirtió una pesadilla haberlo por lo que tuvieron que viajar a Quito a cambiar de carro oo que les devuelvan el dinero, y dijeron él y su familia que fue un pecado haber comprado ese bus.
Luego el pecador fue el bus que los estudiantes peleaban por subirse y darse las famosas vueltas hasta la universidad agropecuaria.
No obstante, Roberto Mantilla León es un hombre que siempre está en busca de mejoras, su perspectiva y su aspiración de progresar lo encaminaron a escoger un camino audaz en su carrera.
Vendió sus buses de pasajeros y se arriesgó en el productivo mundo del transporte de carga pesada, esta decisión personificó un reto emocionante y una oportunidad de desarrollo económico.
Con determinación, Roberto adquirió volquetas y maquinaria pesada, ingresando en un terreno donde la rentabilidad era mayor y la permanencia económica estaba al alcance de su mano.
Con el tiempo, se ganó el respeto y la admiración de sus compañeros de trabajo, consolidándose como un transportista triunfante y respetado en la hermosa ciudad de Babahoyo, entre otras.
Pero su historia no termina aquí. Roberto Mantilla también se adentra en el mundo de la política local, tomando el cargo de concejal alterno de la vicealcaldesa Andrea Onofre de la ciudad capital de los Ríos, su compromiso con la comunidad y su deseo de contribuir al progreso de la provincia de los Ríos lo llevaron a aceptar esta responsabilidad con entusiasmo y dedicación.
Actualmente continúa trabajando incansablemente para hacer de Babahoyo un lugar mejor para sus ciudadanos.