Por Manuel Valero.– El rostro de Rosita refleja algo de tristeza y cansancio, sin embargo la mujer a sus 78 años, dijo «a mí me gusta trabajar». No se deja vencer de las situaciones complicadas que le ha tocado enfrentar, a ella le toca luchar fuerte para poder esquivar la pobreza.
Desde muy niña le tocó trabajar en el área agrícola junto a sus progenitores, aunque era una actividad dura de realizar, lo hacía con todo el amor del mundo.
«Yo sembraba arroz, maíz, soya y otros productos, me levantaba muy temprano para ayudar a mis padres, yo la he sufrido, me ha tocado vivir cosas duras, pero siempre he tenido la fe puesta en Dios y él siempre me ha ayudado», citó.
Tiempo
A poco de cumplir 80 años, no se da por vencida, aunque ya no goza de la misma agilidad y habilidad para realizar ciertas cosas, su mente siempre piensa en positivo.
La mujer camina por toda la ciudad vendiendo canguil, son cientos de metros que se desplaza diariamente, en una funda rayada grande, coloca su producto y lo ofrece al público.
Años atrás Rosita se dedicaba a la venta de comida, preparaba desayunos y tenía clientes fijos, quienes degustaban de su rica sazón.
Lamenta no cobrar el Bono de Desarrollo humano, vive con dos de sus ocho hijos y hace tres años sufrió un accidente en su brazo izquierdo, lo tiene hasta la fecha fracturado, eso le ha mermado bastante porque siente un dolor intenso y por falta de recursos no ha podido asistir al médico.
A Rosita también se la observa reciclando botellas plásticas y cartones, con lo poco que genera logra solventar sus gastos.
«Hay días que me siento, cansada, agotada y sin ánimos, sin embargo salgo a trabajar porque caso contrario se me complica todo, jamás le he tenido miedo al trabajo, no hay cosa más bonita que acostarse con la conciencia tranquila», concluyó.