Carlos Luis Morales dijo que recordaba como si fuera ayer cuando debutó en primera categoría. El jueves anterior, el exarquero volvió al estadio 7 de Octubre, de Quevedo, donde el 22 de mayo de 1983, un mes antes de cumplir 18 años de edad, dio el primer paso en el camino rumbo a convertirse en uno de los mejores arqueros nacionales de la historia. El peruano Ramón Chupete Quiroga había sido separado por bajo rendimiento y Barcelona, en una costumbre ahora perdida, vio hacia sus divisiones menores en busca de un arquero y halló a Morales.
¿Cómo fue su debut?
Sentía muchos nervios, les preguntaba a Galo Vásquez y a Flavio Perlaza, los dos más experimentados, ¿qué hago? Sentía ansiedad por el brinco de juvenil a profesional, con solo 17 años. Perlaza me dijo que me soltara y jugara tranquilo, y lo pude hacer con el respaldo de ellos. Pero debo confesar que me oriné.
Ese día fue la figura y sacó el arco en cero. ¿Esperaba eso?
Fue el debut soñado. No me imagino qué pasaba si me metían 3 o 4 goles; tal vez no llegaba a ser lo que fui.
¿Cómo fue la noche anterior a su estreno en primera?
No pude dormir. Visualizaba el partido y no sabía cómo me iba a desempeñar. Se me vino toda mi carrera de niño y juvenil puesta a prueba en solo 90 minutos.
¿Cómo le llegó la oportunidad de defender el arco amarillo?
Se fueron abriendo caminos. Era el sexto arquero y dos tuvieron que salir (Ramón Quiroga, argentino-peruano, mundialista en 1978, fue despedido; se lesionó el gaucho Antonio Mercuri, llegado del Deportivo Quito). Nos ascendieron a Walter Guerrero y a mí, empezamos a pelear puesto y me tocó debutar ante D. Quevedo.
¿Cómo fue ese partido?
Quevedo fue atosigante en el primer tiempo; tuvo tres o cuatro llegadas de gol. Me acuerdo de un tiro libre de Zé Carlos, que venía haciendo goles así, y cuando él iba a patear, me temblaban las piernas. El segundo tiempo lo controlamos. Empatamos a 0.
¿Quién lo hizo debutar?
El DT argentino Humberto Maschio; Víctor Cepillo Peláez era el preparador de arqueros.
En esos años, ¿cuál era el delantero más temible?
Casi todos los equipos tenían buenos delanteros. En la U. Católica estaban Mario Raffart y Vinicio Ron; en Técnico Universitario, Gorky Revelo; en 9 de Octubre, el brasileño Reginaldo; y en Deportivo Quito, Sergio Saucedo, al que tapé un penal.
¿Dónde nace su leyenda de atajador de penales?
Creo que nací para tapar penales. Estudiaba al que pateaba, nunca me jugaba a ningún lado antes de que partiera la pelota. No llevé la cuenta de cuántos atajé. En Argentina (en Independiente, 1994-1995; ganó la Supercopa, Recopa y torneo Apertura) tapé doce. Creo que paré más de 40 penales en mi carrera.
¿Cuál fue el penal atajado más importante?
El del paso a la final de la Copa Libertadores de 1990 contra River Plate, cuando me quedé en medio (del arco) y con la pierna izquierda rechacé el tiro de José Serrizuela. Eso me consolidó en Barcelona, porque ser querido no es fácil.
Pero de ídolo de Barcelona fue a Emelec. ¿Se arrepiente?
La gente puede creer que fue de mercenario y no es así de fácil. En su momento ya pedí disculpas a la hinchada (torera), pero fue un año (1997) muy bueno y con Emelec merecimos ser campeones. Soy barcelonista y si vuelvo a nacer, lo hago para morir en Barcelona.
¿Por qué Barcelona ya no produce buenos arqueros?
Hay un antes y después del trabajo que hizo Manga. Él tenía a doce arqueros y nos pulió con un trabajo muy consistente. Eso se ha perdido y un balance es el campeonato nacional: hay siete extranjeros atajando en primera.
¿Eso lo sufre la Selección?
Sí, lo sufre. Adrián Bone, Alexander Domínguez y Máximo Banguera están haciendo su historia, pero un arquero, como me enseñaron a mí, debe garantizar una década de trabajo a un club o a la Selección.
Después del retiro vino su paso a la TV y su trabajo en la función pública.
Entrevista de Diario El Universo del 3 de septiembre de 2013.