En etapas tempranas, el cáncer de esófago tiene síntomas imperceptibles. Los tumores se desarrollan sin que la persona lo perciba, hasta que llegan a bloquear el traspaso de los alimentos hacia el estómago.
Sin embargo, existe una posibilidad de descubrirlo de manera temprana o precoz, aunque por coincidencia, detalla el doctor Juan Manuel Alcívar, gastroenterólogo del Instituto Ecuatoriano de Enfermedades Digestivas (Ieced). “Pacientes llegan a realizarse una endoscopia por ardores estomacales o constante reflujo, y durante el procedimiento se visualiza un cáncer de esófago en estadios tempranos”.
Signos y factores de riesgo
A pesar de la falta de síntomas iniciales, hay indicios que deben tomarse en cuenta. Por ejemplo, “un hombre de más de 50 años con dificultad para tragar (disfagia), o al que se le devuelve líquido amargo y ácido, debe acudir al médico para realizarse una endoscopia y así descartar cualquier sospecha”, agrega la gastroenteróloga Haydeé Alvarado.
Otros signos de alarma son: dolor en el pecho al comer, sangrado digestivo, pérdida involuntaria de peso.
Sin embargo, los factores de riesgo engloban características más específicas, como sufrir de esofagitis (inflamación del esófago), causa de la enfermedad del esófago de Barrett (potencial causante del cáncer de esófago).
Además, también son propensos a adquirir esta enfermedad aquellos que sufren de reflujo gástrico con esofagitis, consumen alcohol y tabaco, toman bebidas muy calientes, presentan obesidad, tienen infecciones causadas por el virus del papiloma humano, llevan una dieta pobre en consumo de verduras o sufren de acalasia (enfermedad en que el extremo inferior del esófago no se relaja adecuadamente).
Dos tipos de manifestaciones
Este cáncer puede ser adenocarcinoma o escamocelular. La diferencia es la localización y el tipo de célula afectada en el esófago.
Generalmente, el adenocarcinoma se forma en el tercio inferior del esófago, cerca del cardias (unión entre estómago y esófago), y se relaciona con el esófago de Barret. El escamocelular se puede desarrollar en cualquier lugar a lo largo del esófago, siendo más común en la porción superior (cercano al cuello).
El cáncer aparece en la mucosa, la primera capa, y de a poco invade las siguientes (submucosa, muscular y adventicia), hasta llegar a los ganglios linfáticos o vasos sanguíneos, y migrar a otros órganos (metástasis).
Detección temprana es clave
El tratamiento depende del estadio de la enfermedad. La detección temprana empieza con equipos como los de magnificación óptica y tecnología HD, que permiten ver anomalías en las paredes del esófago.
En los estadios 1 y 2 se puede extirpar el tejido maligno mediante un procedimiento endoscópico mínimamente invasivo, retirando el cáncer por completo. Sin embargo, si el cáncer ha progresado y cerrado parcial o totalmente las paredes del esófago, no es posible hacer la extracción, pero sí aplicar tratamiento paliativo: una prótesis esofágica, habitualmente metálica, que abre el esófago para que el paciente pueda alimentarse. El principal objetivo es mejorar la calidad de vida.
El doctor Carlos Robles Medranda, director de Ieced, explica que su centro ha incorporado la tecnología de la endomicroscopia confocal, que ayuda a ver en tiempo real el grado de alteración de la mucosa y predecir si se trata de un tejido maligno o solo inflamatorio. “Actualmente, podemos tomar biopsias dirigidas del área que nos interesa”.
Enfermedades relacionadas
A las causas mencionadas, el gastroenterólogo Ernesto Paladines suma la disfagia sideropénica (síndrome de Plummer-Vinson) y los tumores de cabeza y cuello, especialmente en la cavidad oral y faringe.
La persona con sobrepeso está más expuesta al reflujo. Este, al complicarse, se convierte en esófago de Barrett. El epitelio (revestimiento de la porción terminal del esófago) se trastorna, debido a la exposición prolongada de la mucosa al ácido y a la bilis. “Es considerado un trastorno premaligno con aumento de riesgo de cáncer”, dice el médico.
Quien fuma a diario un paquete de cigarrillos o más tiene al menos doble probabilidad de padecer adenocarcinoma del esófago en comparación a quien no fuma. “La asociación con cáncer de células escamosas es aún mayor”. El alcohol también aumenta las probabilidades de daño al ADN que recubre las células del interior del esófago, estimulando la proliferación de células tumorales.
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Quien fuma a diario un paquete de cigarrillos o más tiene al menos doble probabilidad de padecer adenocarcinoma del esófago en comparación a quien no fuma. “La asociación con cáncer de células escamosas es aún mayor”. El alcohol también aumenta las probabilidades de daño al ADN que recubre las células del interior del esófago, estimulando la proliferación de células tumorales.