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viernes, 22 noviembre, 2024

Soñé con el sol naciente

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MIENTRAS CURSABA LA SECUNDARIA vi un documental sobre Japón, la tierra del sol naciente, este me motivó y decidí que algún día estudiaría en ese país. Así que comencé a prepararme para ello. Como no había escuelas de japonés en mi ciudad empecé a estudiar con materiales que encontraba en Internet, además me hice amigo de un joven que sería mi profesor por los próximos tres años.

Cada día le pedía a Dios que me ayudara a cumplir ‘mi sueño, pero como muchas veces nos sucede, llegué a pensar que el Señor no me escuchaba o se había cansado de mí. Mi familia me apoyaba, aunque no contaban con los recursos y en el colegio muchos se burlaban de mí porque escribía en japonés dondequiera que podía.

Los encargados me decían que aprovechara la oportunidad, que fuera y me olvidara del «sábado», pero mi corazón me decía lo contrario. En mi mente rescv naban las palabras «Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman» (Romanos 8: 28).
Finalmente terminé la secundaria y de inmediato opté por una beca para estudiar en Japón. Llené los formularios y reuní todos los documentos para solicitar junto a muchos más que también anhelaban ir a estudiar al extranjero. Eran solo tres exámenes: ingles, matemáticas y japonés opcional para los que se atrevían a aceptar el reto.

Después de varias semanas me llegó un correo electrónico y a los pocos minutos sonó el teléfono de parte de la Embajada de Japón en la República Dominicana para pedirme que asistiera a una entrevista. Me presenté bien vestido y confiando en que toda mi vida está bajo el control del Altísimo. Para mi decepción me informaron que aunque mi beca había sido aprobada, algunas clases en el extranjero serían en sábado. En ese momento me vi obligado a tomar una decisión: seguir los principios de Dios y renunciar a mi sueño o estudiar en el extranjero sacrificando mi conciencia y mis principios.

Al final rechacé la beca por la que tanto había luchado. Joven, nunca tengas miedo de seguir tu conciencia, no sacrifiques tus principios por nada. Dios jamás le falla a sus hijos. ¿Qué pasó conmigo? Salí de la embajada triste, pero con mi vida en las manos del Todopoderoso, sin saber que él tenía algo mejor para mí. Mañana te lo contaré.

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